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El desánimo (Primera parte)



¿Por qué te abates, oh alma mía, Y te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, Salvación mía y Dios mío. (Salmo 42.5 y 11 RVR60)

En el Salmo 42, David se preguntó dos veces a sí mismo por la causa de su desánimo. Había algo en su vida le causaba angustia. Como creyentes, también nos vemos expuestos muchas veces al desánimo debido a diferentes causas; pero necesitamos ser honestos para reconocer las causas del desánimo y así poder aplicar un remedio que sea eficaz.

En el mundo, existen muchas personas que sufren de desánimo. Este es un mal que le roba a muchos su felicidad interior y les quita la alegría exterior. Si bien no es un mal exclusivo de nuestros días, pues la depresión ha afectado a la humanidad desde tiempos inmemoriales. Y bien decía Salomón:

Entonces dije yo en mi corazón: Como la suerte del necio, así también será la mía. ¿Para qué, pues, me aprovecha haber sido tan sabio? Y me dije: También esto es vanidad. Porque no hay memoria duradera ni del sabio ni del necio, ya que todos serán olvidados en los días venideros. ¡Cómo mueren tanto el sabio como el necio! Y aborrecí la vida, porque me era penosa la obra que se hace bajo el sol, pues todo es vanidad y correr tras el viento. (Eclesiastés 2:15–17 LBLA)

Este mismo problema lo vemos en Caín, pues nos dice la Palabra de Dios que:

Pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda suya. Y se ensañó Caín en gran manera, y decayó su semblante. Entonces Jehová dijo a Caín: ¿Por qué te has ensañado, y por qué ha decaído tu semblante? (Génesis 4:5–6 RVR60)

Si bien Dios le dijo como podía salir de su desánimo, sin embargo, este no quiso obedecerlo. Caín tuvo envidia de su hermano Abel y se ensañó contra él porque Dios había mirado con agrado la ofrenda de este y no la de él; por eso decayó su semblante.

A veces, el desánimo ocurre cuando no queremos conformarnos con la voluntad de Dios, pues pensamos que no debíamos estar pasando lo que nos acontece o que Dios se equivocó, etc. Otra veces, puede ser causa de la envidia por lo que otros han recibido y que nosotros pensábamos que éramos dignos de recibir. Para poder vencer esto necesitamos humillarnos para admitir nuestras faltas y fe para aceptar el camino de obediencia que conduce al alivio emocional. Por eso nos dice el apóstol Pedro:

Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo, echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros. (1 Pedro 5:6–7)

Una historia totalmente diferente es cuando sufrimos de desánimo ser obstinados en nuestra maldad y desobediencia para con Dios. Y sabemos que toda desobediencia, no es más pecado que rebeldía contra Dios. Y a decir verdad, Dios muchas veces permite que suframos de desánimo para hacernos reaccionar y de esta forma buscarle en obediencia a Él.


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