Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. (Hechos 8:5)
Lectura recomendada: Hechos 8
El capítulo 8 de Hechos nos presenta la historia de Felipe, uno de los siete diáconos. Él es conocido por su fervor y dedicación al Evangelio, tanto así que se le da el título de evangelista (Hechos 21:8). Felipe nos ofrece un ejemplo claro de obediencia y celo en la predicación de la Palabra de Dios. En este capítulo, Felipe es llevado por el Espíritu Santo a diferentes lugares para predicar el Evangelio, comenzando por Samaria. Aquí, vemos cómo su predicación trae gran gozo a la ciudad, ya que muchos creyeron en el mensaje de Cristo y fueron bautizados, tanto hombres como mujeres (Hechos 8:12).
Sin embargo, su obediencia no termina en Samaria, pues el Espíritu le ordena ir al camino desierto que desciende de Jerusalén a Gaza. Sin cuestionar, Felipe obedece y se encuentra con un eunuco etíope, un alto oficial de la reina Candace. Este eunuco, que leía el libro de Isaías sin comprenderlo, recibe de Felipe la explicación del Evangelio, lo que culmina en el bautismo de este (Hechos 8:26-39). Y finalmente, el Espíritu lo transporta hasta Azoto, en donde comienza a predicar, haciéndolo hasta llegar Cesarea (Hechos 8:39–40).
Mis hermanos, como seguidores de Cristo, somos llamados a imitar la obediencia y el celo de nuestro hermano Felipe en la predicación del Evangelio. Debemos estar atentos a la guía del Espíritu Santo y ser obedientes, dispuestos y celosos en compartir la Palabra de Dios con aquellos a nuestro alrededor.
No importa si es en nuestro barrio, en donde estudiamos, o en nuestro lugar de trabajo, o incluso en lugares inesperados, el mandato de predicar el Evangelio es claro y urgente (Marcos 16:15). Así que, sigamos el ejemplo de Felipe y comprometámonos a ser verdaderos heraldos del reino de los cielos, comunicando las buenas nuevas del evangelio, llevando el mensaje de salvación y esperanza en Cristo a todos los rincones del mundo.
Comentarios