Y lo llevó fuera, y le dijo: Mira ahora los cielos, y cuenta las estrellas, si las puedes contar. (Génesis 15.5 RVR60)
Alguna noche, cuando esté lejos de las luces de la ciudad, «levanta […] en alto [tus] ojos» (Isaías 40:26). Allí, en los cielos, podrán ver una luminosa «banda» de estrellas que se extiende de un horizonte a otro, es nuestra galaxia, conocida como la Vía láctea.
Según el astrónomo Simon Driver, si tenemos buena vista, podremos ver unas 5.000 estrellas en una noche despejada y en un lugar lejos de las luces de la ciudad. Sin embargo, hay muchísimo más que no puede observarse a simple vista; por ejemplo, en 1995, el telescopio espacial Hubble, fue enviado al espacio para realizar un profundo estudio de este y concluyó que hay miles de millones de galaxias, y cada una con miles de millones de estrellas. Es mas, se estima que hay más de diez estrellas en el universo por cada grano de arena en la Tierra.
Ahora, esta es solo la estimación de los seres humanos limitados, tanto en conocimiento, como en poder, ya que desconocemos el número exacto de estrellas. Sin embargo, cuando miramos a nuestro Dios, vemos que cada noche y sin falta, «Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres. Grande es el Señor nuestro, y de mucho poder; y su entendimiento es infinito» (Salmos 147.4–5 RVR60). Y al igual que con las estrellas, existen miles de millones de personas habitan este planeta, pero Dios no se olvida de nadie, pues Él conoce a cada una de las personas de este mundo a lo largo de toda la historia; y no solo eso, también conoce el corazón de cada uno de nosotros (Jeremías 17.9-10). Pero lo más hermoso de todo esto, es que Él conoce íntimamente «a los que son suyos» (2 Timoteo 2:19), porque «los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a su clamor» (Salmos 34.15). ¿Acaso no nos maravilla el poder de nuestro Dios?
Mis hermanos, si Dios puede sacar los incalculables ejércitos del cielo cada noche, astro por astro, su poder es más que infinito para tener cuidado de cada circunstancia de nuestras vidas, porque para Él somos preciosos, ya que somos como la niña de sus ojos (Deuteronomio 32.10; Salmos 17.8; Zacarías 2.8). Entonces, ¿qué habremos de temer? ¿Acaso algo se escapa del conocimiento de nuestro Dios? Vivamos en paz, sabiendo que Dios nos protege de todo mal y nada de lo que pasa en nuestras vidas es cosa «del destino, la suerte o del azar».
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