top of page

El costo de la gracia



Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. (Lucas 14:26–27)


Es cierto que para obtener la salvación de nuestras almas no tuvimos que hacer nada, salvo creer por fe en el Señor Jesucristo. Es normal que la veamos como un regalo gratuito, algo que no podemos ganar por nuestras propias obras ni méritos. Y es cierto: la gracia de Dios es inmerecida y completamente dada por su amor y misericordia.


No obstante, el Señor nos habla de que hay un costo en esta gracia que hemos recibido y es lo que vemos en los versículos de más arriba. Acá en Lucas 14, se nos deja muy en claro que seguirle tiene un costo. No porque podamos comprar la salvación, sino porque seguir a Cristo implica una rendición total. La gracia no es barata; tiene un costo: nuestra vida entera.


En este pasaje, el Señor Jesús habla de calcular el precio antes de construir una torre o ir a la guerra. De igual manera, nos invita a reflexionar sobre lo que significa ser su discípulo. No basta con emocionarnos al escuchar el Evangelio, ni con querer seguir al Señor solo cuando las cosas van bien. Ser discípulo de Cristo implica renunciar a todo lo que nos aparta de Él, incluso aquello que consideramos más valioso como lo son nuestros seres queridos.


Esto no significa que debemos vivir en pobreza absoluta o abandonar nuestras familias, sino que nuestras prioridades deben cambiar radicalmente. Jesucristo es quien debe ser el centro de nuestras vidas. Nada puede ocupar su lugar: ni nuestras posesiones, ni nuestras relaciones, ni nuestros propios sueños. Por esta razón, seguir a Cristo requiere estar dispuestos a cargar nuestra cruz, morir a nuestro yo, y poner nuestra confianza plena en Él.


El teólogo Dietrich Bonhoeffer escribió: “La gracia barata es la gracia que predicamos sin arrepentimiento, sin cruz, sin discipulado. La gracia costosa es el llamado de Jesucristo que nos cuesta nuestra vida.”


¿Estamos dispuestos a pagar el precio? ¿A entregarle todo lo que somos y tenemos? El Señor Jesús no nos llama a algo fácil para la carne, ya que su yugo es fácil (Mateo 11:29), pero sí a algo que vale la pena. La vida con Él, aunque difícil, es abundante y eterna.

63 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Comments


bottom of page