¿Se han preguntado alguna vez por qué algunas personas tratan de probar que Dios no existe? Si uno lo piensa bien, son sus mismos esfuerzos los que terminan por socavar sus propios argumentos.
En su libro Interpreting Basic Theology (Cómo interpretar la teología básica), Addison Leitch, escribió: «A menos que [un ateo] esté luchando contra la inexistencia absoluta —lo cual nos hace cuestionar su celo—, debe entonces estar [argumentando] contra algo que considera profundamente arraigado en sí mismo y en los demás».
Esta inherente creencia en Dios no prueba que Él existe, pero es una señal significativa. Cuando C. S. Lewis era ateo, rechazó la idea de un ser divino debido a todas las injusticias de este mundo. Sin embargo, cuando se preguntó de dónde había sacado la idea de la justicia, se encontró con un problema. Esto fue lo que escribió: «El hombre llama torcida la una línea a menos que tenga una idea de lo que es una línea recta. ¿Con qué estaba yo comparando este universo cuando lo llamé injusto?». Lewis se dio cuenta de que la injusticia en el mundo señalaba a Aquel que estableció las normas de la justicia.
Pero volviendo al tema de los ateos, una vez escuché a un predicador decir: «Yo no creo en los ateos, porque no existen». Decía esto por lo que dice Dios en su Palabra: «Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido» (Romanos 1:21–22). Dios, claramente, expresa que todos los «ateos» conocen a Dios, pero se niegan a glorificarlo. Asimismo, muchos ateos buscan cualquier tipo de excusa con tal de «probar» que Dios no existe, porque no desean someterse a Él y además les molesta la idea de que alguien, un día, les juzgue por sus hechos pecaminosos. Pero tal como dice el versículo del encabezado, que todos aquellos que dicen que «no hay Dios» son consideramos como necios, esto es, como faltos de inteligencia o de razón.
Como creyentes somos llamados a amar a estas personas, a mostrarles la misma misericordia, paciencia y gracia que nos mostró Cristo. Es necesario que oremos por nuestros familiares y conocidos que se definen ateos, pues solo Dios puede cambiar su corazón de piedra.
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