top of page

El amor verdadero comienza en casa

  • 20 sept 2024
  • 2 Min. de lectura


Si alguno dice: Yo amo a Dios, y aborrece a su hermano, es mentiroso. Pues el que no ama a su hermano a quien ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? (1 Juan 4:20)


En este versículo, el apóstol Juan nos ofrece una verdad que confronta nuestras actitudes más profundas. Decir que amamos a Dios mientras guardamos odio o rencor en nuestro corazón hacia nuestros hermanos es incompatible con la fe que decimos tener. El amor genuino hacia Dios debe manifestarse en nuestras relaciones humanas, especialmente con aquellos que forman parte del cuerpo de Cristo y con nuestras familias en la fe.


Este versículo nos recuerda que la vida cristiana no es solo un conjunto de creencias correctas, sino una práctica de amor hacia los demás. La Biblia es clara: si no amamos a nuestro prójimo, nuestras palabras de amor a Dios son completamente vacías y sin valor alguno. Porque Dios nos llama a un amor que es activo, tangible y que imita el amor que Él nos mostró en Cristo. El mismo Señor dijo:


En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros. (Juan 13:35)


Por el contrario, el odio, el rencor y la falta de perdón son manifestaciones de un corazón endurecido. Si bien es posible que nos enfrentemos a conflictos y malentendidos en nuestras relaciones, como cristianos debemos hacer todo lo posible por reconciliarnos y buscar la paz (Romanos 12:18). No estamos llamados a vivir en discordia, sino a ser agentes de reconciliación (Mateo 18:15-20).


Mis hermanos, ¿existe alguien en nuestras vidas a quien estemos rehusando perdonar o a quien estemos aborreciendo en nuestro corazón? Este es el momento para entregarle a Dios esos sentimientos y pedirle que nos llene de su amor. El amor de Dios debe fluir a través de nosotros hacia los demás, sin barreras, ya que este es el mandamiento dado por el Señor: «Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros» (Juan 13:34).


Pidamos al Señor que examine nuestro corazón (Salmos 139:23–24) y nos muestre si hemos estado abrigando odio o resentimiento hacia alguien, para que nos ayude a perdonar como Él nos ha perdonado y a amar como hemos sido amados. Y para que no permita que nuestras palabras de amor hacia Él se conviertan en hipocresía, sino que nuestras vidas sean un reflejo de su amor en cada relación. 

Comments


bottom of page