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El abono ayuda



Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. (1 Corintios 3.6 RVR60)


Una maestra de escuela dominical señaló una planta grande que había en la habitación y le preguntó a sus jóvenes alumnos: «¿Quién hizo crecer estas hermosas flores?» Un niño contestó rápidamente: «¡Dios!». A la maestra le agradó esa respuesta, pero antes de que le diera tiempo de contestar, otro niño dijo en voz alta: «¡Pero el abono ayuda!»


Ese niño percibió una profunda realidad, una mezcla de lo humano con lo divino en el plan de Dios para lograr el crecimiento. Por ejemplo, aunque el Señor creó este mundo con cosas que crecen, colocó al hombre en el huerto para que lo atendiera y lo cuidara.


Encontramos un paralelo de esa verdad en el versículo del encabezado; dijo el apóstol Pablo: «Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios». Y la intención principal al escribir esto es hacer hincapié en que Dios era el único responsable del crecimiento; no obstante, el Señor había obrado por medio de los fieles esfuerzos de los hombres en plantar la semilla del evangelio y luego regarla.


Claro, reconocemos que solo Dios puede dar el crecimiento, tanto en la naturaleza como en su iglesia, y que no importa cuánto nos esforcemos, si Él no da el crecimiento, todos nuestros esfuerzos son en vano. Pero también sabemos que el obra a través de sus criaturas, pues nuestro trabajo para el Señor ayuda al crecimiento de su reino. Dios siempre es fiel haciendo lo que le corresponde a hacer, por así decir, su parte. Pero ¿somos nosotros fieles en hacer la parte que nos corresponde? Porque recordemos que como dijo aquel pequeño, «el abono ayuda».


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