Alexis Sazo
Dulce reposo

Cuando clamo, respóndeme, oh Dios de mi justicia. En la angustia me has aliviado; ten piedad de mí, escucha mi oración. Hijos de hombres, ¿hasta cuándo cambiaréis mi honra en deshonra? ¿Hasta cuándo amaréis la vanidad y buscaréis la mentira? Sabed, pues, que el Señor ha apartado al piadoso para sí; el Señor oye cuando a Él clamo. Temblad, y no pequéis; meditad en vuestro corazón sobre vuestro lecho, y callad. Ofreced sacrificios de justicia, y confiad en el Señor. Muchos dicen: ¿Quién nos mostrará el bien? ¡Alza, oh Señor, sobre nosotros la luz de tu rostro! Alegría pusiste en mi corazón, mayor que la de ellos cuando abundan su grano y su mosto. En paz me acostaré y así también dormiré; porque solo tú, Señor, me haces habitar seguro. (Salmos 4.1–8 LBLA)
Por más que lo intentemos (dando vueltas en la cama, acomodando la almohada de diferentes formas), a veces no podemos dormirnos. Después de brindar algunas buenas sugerencias sobre cómo dormir mejor durante la noche, un artículo de un periódico concluía que, en realidad, no hay una «manera correcta» de dormir.
Hay varias razones por las que se nos va el sueño, y en muchos casos, no podemos hacer nada. Pero a veces, ese indeseado insomnio se debe a ansiedades, preocupaciones o sentimientos de culpa. Entonces, el ejemplo de David en el Salmo 4 puede ayudarnos.
Él clamó a Dios pidiéndole misericordia y que escuchara su oración (v. 1). También trajo a su mente que el Señor ciertamente lo oía cuando lo invocaba (v. 3). Por eso, el salmista nos insta: «Meditad en vuestro corazón estando en vuestra cama, y callad» (v. 4). Centrar nuestra mente en la bondad, la misericordia y el amor de Dios, y en su amor a su Palabra, a nuestros seres queridos y a nosotros puede ayudarnos a confiar en Él (v. 5). El Señor desea ayudarnos a dejar de lado nuestras preocupaciones en cuanto a cómo solucionar nuestros problemas, y a confiar en que Él se ocupará de dar una salida. Dios puede dar alegría a nuestro corazón (v. 7) para que podamos acostarnos y dormir en paz, porque solamente Él nos hace vivir confiados (v. 8).