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Dos maneras de vivir: Con Dios y sin Dios



En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo. (Efesios 2.12 RVR60)


El apóstol Pablo recuerda a los cristianos su condición anterior: antes de nuestra conversión vivíamos sin Dios y sin Cristo. ¿Es usted una de esas personas? Me refiero a aquellos que viven sin Dios en sus vidas. Si es así, entonces lo principal le falta a su vida, incluso si usted piensa que vive en plenitud, porque todos sus proyectos se limitan a un horizonte terrenal; una vez que muera, todas sus esperanzas, sueños y proyectos morirán junto con usted, por eso no tienen esperanza.


A todos aquellos que viven sin Dios y sin Cristo en sus vidas, la muerte les puede parecer como un inmenso y angustioso signo de interrogación; razón por la cual evitan pensar en ella, como si no pensar en ella se vuelve menos real. No obstante, su Palabra nos dice:


Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres, y el que vive lo pondrá en su corazón. Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón. El corazón de los sabios está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa en que hay alegría. (Eclesiastés 7.2–4 RVR60)


Pero lo cierto es que podemos vivir con Dios, tal como lo hizo un hombre llamado Enoc, hace miles de años. Él es uno de los primeros hombres citados en la Biblia; se nos dice de él: ​​«Caminó, pues, Enoc con Dios» (Génesis 5.24 RVR60).


Vivir con Dios es primeramente conocerle como él realmente es y no como nosotros nos imaginamos. ¿Ha escuchado alguna vez que Dios es amor? Seguro que sí, pero ¿sabe que Dios también es Santo y justo, y no tolera el pecado? Ambas son realidades de Dios. Por ejemplo, Dios vino por amor para salvar a este mundo, a través del Señor Jesús, quien a su vez nos mostró la santidad de Dios, santidad que no tolera el pecado. Y toda persona que acepta el perdón que Jesús obtuvo con su muerte en la cruz del Gólgota llega a conocer a Dios como un Padre amante que desea nuestro bien.


En conclusión, solo existen dos maneras de vivir. Todavía hoy, Dios nos promete vivir realmente la verdadera vida, porque dice su Palabra: « Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado» (Juan 17:3). Pero no tarde, porque si muere sin haber conocido a Dios, solo le espera la condenación eterna de su alma.


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