¿Quién será aquel que diga que sucedió algo que el Señor no mandó? ¿De la boca del Altísimo no sale lo malo y lo bueno? ¿Por qué se lamenta el hombre viviente? Laméntese el hombre en su pecado. (Lamentaciones 3:37–39)
Un rey que no creía en la bondad de Dios, tenía un siervo que en todas las situaciones le decía: Mi rey, no se desanime, porque todo lo que Dios hace es perfecto, Él no se equivoca. Un día salieron para cazar y una fiera atacó al rey, el siervo ahuyentó al animal mas no pudo evitar que el rey perdiera un dedo de la mano. Furioso el rey y sin mostrar gratitud por haber sido salvado, dijo: ¿Dios es bueno? Si Él fuera bueno yo no habría sido atacado y perdido mi dedo. Pero el siervo respondió: Mi rey, a pesar de todas esas cosas, solo puedo decirle que Dios es bueno y Él sabe el porqué de todas las cosas. Lo que Dios hace es perfecto, Él nunca se equivoca; indignado con la respuesta, el rey mandó apresar a su siervo.
Tiempo después, el rey salió para otra cacería y fue capturado por salvajes que hacían sacrificios humanos. En el altar, listo para sacrificar al rey, los salvajes percibieron que la víctima no tenía uno de los dedos y lo soltaron, pues él no era perfecto para ser ofrecido a los dioses. Al volver al palacio, mandó soltar a su siervo y lo recibió muy afectuosamente. ¡Mi siervo, Dios fue realmente bueno conmigo! Escapé de ser sacrificado por los salvajes, justamente por no tener un dedo, mas tengo una duda: ¿Si Dios es tan bueno, por qué permitió que tú, que tanto lo defiendes, fueses preso? Mi rey, si yo hubiese ido con usted en esa cacería, habría sido sacrificado en su lugar, pues no me falta ningún dedo; por eso recuerde: Todo lo que Dios hace es perfecto, ¡Dios nunca se equivoca!
Muchas veces nos quejamos de la vida y de las cosas aparentemente malas que nos pasan, olvidándonos que nada es por casualidad y que todo tiene su propósito; tal como nos dicen los versículos del encabezado. El Señor le dijo a Pedro: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después» (Juan 13:7). Hermanos, cada mañana deberíamos darle gracias a Dios por el nuevo día de vida que nos dio. Y asimismo, cada día debemos dar gracias por el sacrificio perfecto de nuestro Señor Jesús.
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