top of page
  • Foto del escritorAlexis Sazo

Episodio #54: Dios no cambia

Actualizado: 23 sept 2020



 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más en su podcast Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis. Y el día de hoy les traigo un episodio titulado: Dios no cambia. Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Cuando Dios habló con Moisés desde la zarza que ardía, pero que no se consumía, en el monte Horeb, este le preguntó cuál era su nombre, para darlo a conocer a los ancianos del pueblo de Israel que estaban esclavizados en Egipto, a lo que Dios le respondió:


YO SOY EL QUE SOY. Y añadió: Así dirás a los hijos de Israel: “YO SOY me ha enviado a vosotros.” (Éxodo 3.14 LBLA)

A decir verdad, si nos fijamos bien, Dios no le dio un nombre a Moisés, sino que le dijo: Yo Soy el que Soy. De haberle dicho un nombre, le habría dicho: “mi nombre es” o “me llamaréis de tal modo”. Pero lo que vemos acá, es a Dios comunicándole a Moisés -y por extensión a nosotros-, en palabras que como seres humanos pudiéramos entender, cuál es su naturaleza, es decir, lo que lo caracteriza; lo que quiero decir es que Dios solo nos mostró lo que él quiso revelar de sí mismo (porque todo lo que sabemos de él, es solo lo que él ha querido mostrarnos). Es que él es el Dios eterno e inalterable, aquel que siempre permanece igual, actuando de la misma manera bajo cualquier circunstancia.


Sí, mis hermanos, de Dios solo conocemos títulos, tales como el Todopoderoso, el Santo, el Eterno, el Dios de Paz, el Salvador, etc. Nosotros no conocemos verdaderamente su nombre, pues nos es incomprensible. Permítanme poner un ejemplo. Cuando el ángel de Jehová anunció el nacimiento de Sansón, la Palabra de Dios nos dice lo siguiente:


Y Manoa dijo al ángel del Señor: ¿Cuál es tu nombre, para que cuando se cumplan tus palabras, te honremos? Y el ángel del Señor le respondió: ¿Por qué preguntas mi nombre, viendo que es maravilloso? (Jueces 13.17–18 LBLA)

En la Reina Valera del 60’ dice: “¿por qué preguntas por mi nombre que es admirable?”. Bueno esta palabra que en el original hebreo es pely es un adjetivo que significa maravilloso e incomprensible. Por lo tanto, el nombre de Dios es algo totalmente fuera de nuestra comprensión, porque no tenemos la capacidad para entender nada de lo que Dios hizo; es por eso que Dios le dijo a Moisés “Yo Soy el que Soy” cuando le preguntó cómo lo identificaba. Vuelvo a repetir, la respuesta de Dios no fue darle su nombre, sino que le habló de su naturaleza, porque su nombre está más allá de nuestra comprensión.


Antes de continuar, quisiera hacer un pequeño paréntesis, porque hoy en día existe un gran movimiento judaizante entre los cristianos. Y en relación con esto, existen muchos cristianos que andan buscando “la pureza” en los “nombres de Dios”. Muchos, por ejemplo, ya no mencionan el nombre de Jehová, sino que usan Yhwh (yagüe) y no Yahvé, porque ya no es parte del hebreo “más puro” o también llamado paleo-hebreo llamar a Dios, Yahvé. Pero como acabo de mencionar antes, lo que Moisés oyó no era el nombre de Dios, sino la definición de la naturaleza inmutable de Dios.


Volviendo al tema central; una cosa que al mundo le encanta decir acerca de Dios, es que “existen dos Dios”, uno del Antiguo Testamento y el otro del Nuevo Testamento. Asimismo, muy lamentablemente, existe un gran número de cristianos que repiten esa misma mentira satánica, porque en sus iglesias les han dicho que como estamos en la gracia, “el Antiguo Testamento ya no sirve”, porque era parte de la ley y eso ya quedó obsoleto. Pero lo que estos cristianos no obedecen, es al mandato de Dios de examinarlo todo y retener lo bueno (1 Tesalonicenses 5.21); porque a decir verdad, muchos repiten como si fueran loros, lo que les dicen en sus iglesias y no verifican si lo que les están diciendo está o no conforme a las escrituras. Desconocen que es precisamente en el Nuevo Testamento donde se nos dice:


Toda la Escritura; vuelvo a repetir. Toda la escritura es inspirada por Dios y es útil para enseñarnos lo que es verdad y para hacernos ver lo que está mal en nuestra vida. Nos corrige cuando estamos equivocados y nos enseña a hacer lo correcto. Dios la usa para preparar y capacitar a su pueblo para que haga toda buena obra. (2 Timoteo 3.16–17 NTV)

Acá vemos que Pablo no le dice a Timoteo que únicamente lo que ellos están escribiendo como apóstoles es lo que vale, no, le dice que es toda la escritura completa y esto lo dijo haciendo referencia al Antiguo Testamento, es decir, desde el Génesis hasta Malaquías, porque el Nuevo Testamento aún no había sido compilado; se habían escrito algunas partes, pero no estaba ni por asomo como lo conocemos hoy en día. Además, los hermanos del primer siglo solo usaban las escrituras del Antiguo Testamento al momento de predicar. Y el apóstol Pedro, transmite una idea similar a la que Pablo le dijo a Timoteo. Escuche:


Amados, esta es la segunda carta que os escribo, y en ambas despierto con exhortación vuestro limpio entendimiento, para que tengáis memoria de las palabras que antes han sido dichas por los santos profetas, y del mandamiento del Señor y Salvador dado por vuestros apóstoles (2 Pedro 3.1–2).

Y asimismo, el apóstol Pablo le dijo a los tesalonicenses -en la carta que les escribió- que no despreciaran las profecías (1 Tesalonicenses 5.20), mandato que se hace extensible a nosotros hoy en día. Así que nosotros como creyentes no podemos desestimar nada de lo que dice la Palabra de Dios, así como tampoco podemos decir que Dios cambió entre un Testamento y el otro. Pues bien dice él de sí mismo:


Porque yo, el Señor, no cambio; por eso vosotros, oh hijos de Jacob, no habéis sido consumidos. (Malaquías 3.6 LBLA)

En la segunda parte de este verso, Dios le dice al pueblo de Israel que gracias a que él no cambia, ellos no han sido destruidos, ya que, Dios, a través del profeta Malaquías, les hace un llamado, porque, una vez más, los israelitas se habían alejado de Dios y él, nuevamente, los estaba llamando a volver de sus malos caminos. Esta misma idea la vemos reflejada en el Nuevo Testamento. Escuche:


Si fuéremos infieles, él permanece fiel; Él no puede negarse a sí mismo. (2 Timoteo 2.13)

Claro, muchos presentan este versículo casi que como justificativo para pecar, porque Dios permanece fiel; pero es todo lo contrario, debido a su inmutabilidad, es que nosotros debemos evitar pecar y ser santos delante de él (1 Pedro 1.16), porque él no cambia.


Y en estos días, existe una doctrina muy masificada entre el cristianismo a nivel mundial y que se llama el dispensacionalismo, el cual, si bien dice que Dios no cambia, no obstante, refiere que Dios actuó (y actúa) diferente a través de la historia de la humanidad. Estos cristianos dicen que Dios no cambia en cuanto a su carácter, pero debido a su soberanía actúa de una forma hoy y de otra mañana. Muchas veces usan el ejemplo de un padre con un hijo que lo va tratando de manera diferente a medida que este último va creciendo, ya que, cuando el niño era pequeño, lo disciplinaba de manera estricta, pero cuando ya era mayor, lo instruía con razonamiento y cordura, y ya no con esa dureza.


Claro, a muchos les hace sentido, porque si tomamos este ejemplo del niño pequeño disciplinado duramente por su padre, casi que suena como la visión mundana de la relación de Dios con el pueblo de Israel y a la dureza de la ley, versus la suavidad de la gracia; que podríamos decir, que es como el trato con el hijo ya más crecido. Y para justificar esta visión, utilizan Gálatas 4, de los versos del 1-7 donde Pablo dice:


Digo, pues: Mientras el heredero es menor de edad en nada es diferente del siervo, aunque sea el dueño de todo, sino que está bajo guardianes y tutores hasta la edad señalada por el padre. Así también nosotros, mientras éramos niños, estábamos sujetos a servidumbre bajo las cosas elementales del mundo. Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo a nuestros corazones, clamando: ¡Abba! ¡Padre! Por tanto, ya no eres siervo, sino hijo; y si hijo, también heredero por medio de Dios. (Gálatas 4.1–7 LBLA)

Si nos damos cuenta, este pasaje está hablando de nuestra adopción como hijos y cómo el Señor nos libertó de la ley. Por lo tanto, pensar que Dios cambia en actuar, basados en estos versículos, es un completo error, porque implicaría, primero, que Dios de algún modo cambia, negando así su propia naturaleza inalterable y como leí en el versículo de 1 Timoteo 2, Dios no puede negarse a sí mismo; además, que usar el pasaje antes leído para justificar los cambios de Dios, sería descontextualizar el mismo.


Nosotros tenemos que entender que Dios jamás ha cambiado, ni nunca lo hará. Lo que él ha hecho a lo largo de la historia de la humanidad es ir dándonos una revelación progresiva de sus designios y de sus planes. Pero él ha actuado siempre de la misma manera. Por ejemplo, cuando Adán y Eva pecaron, Dios no los trató diferente a como nos trata a nosotros hoy en día. Los castigó por sus pecados y los expulsó de su presencia en Edén; sin embargo, les mostró su gracia, su amor y su perdón ¿en qué difiere esto con el trato que recibimos de Dios hoy en día? En nada. Pues a lo largo de todas las escrituras Dios ha actuado de la misma manera una y otra vez. Pongo otro ejemplo, en el pasado, Dios demandaba la sangre de una víctima inocente para la remisión de pecados. Dice su Palabra:


Y según la ley, casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no hay perdón. (Hebreos 9.22 LBLA)

Vuelvo a preguntar, ¿cuál es la diferencia hoy en día? Ninguna, pues tuvo que venir Cristo y ofrecerse como un cordero sin mancha y sin contaminación (1 Pedro 1.19) para poder quitar de en medio el pecado (Hebreos 9.26), cumpliendo así el requerimiento de Dios de la sangre de un ser inocente para quitar los pecados. Y como dije antes, lo que Dios hizo (y aún hace) es una revelación progresiva.


Con relación a esto que acabo de decir, Dios, en su actuar sin cambios, trabaja en cada creyente. Ya que cada uno de nosotros, a medida que va avanzando en su carrera espiritual, va recibiendo una revelación progresiva de Dios y de su Palabra. Aunque a Dios no le costaría nada perfeccionarnos completamente en el mismo momento en que nos convertimos; no obstante, como él no cambia, nos da este crecimiento y revelación progresiva a medida que vamos creciendo en la gracia y en el conocimiento de él. Sin embargo, este conocimiento no estará completo hasta que Cristo se manifieste nuevamente (1 Corintios 13.12). Y si nos fijamos bien, esto es tal como la primera vez que vino el Señor a la tierra, ya que todo el Antiguo Testamento fue una revelación progresiva, pero incompleta del Señor Jesús, pues esa revelación recién se consumó cuando el Hijo de Dios se hizo hombre, murió, resucitó al tercer día y ascendió a los cielos. ¿Alcanzamos a ver el patrón?


Dios actúa siempre igual, por tanto, podemos trazar una línea en las escrituras, en donde vemos como hace lo mismo una y otra vez. Si, por ejemplo, tomamos la misericordia de Dios, vemos como una y otra vez le mostraba misericordia a su pueblo al enviar profeta tras profeta para advertirles de que se volvieran de sus malos caminos; misma misericordia que mostraba cuando se arrepentían y obedecían a su voz. El Antiguo Testamento está lleno de estos ejemplos. Pero este atributo divino lo podemos ver tanto en el Antiguo, como en el Nuevo Testamento. Escuche:


pero en tu gran misericordia no los destruiste por completo ni los abandonaste para siempre. ¡Qué Dios tan bondadoso y misericordioso eres tú! (Nehemías 9.31 NTV)

Y en el Nuevo Testamento dice:


Mirad que tenemos por bienaventurados a los que sufrieron. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el resultado del proceder del Señor, que el Señor es muy compasivo, y misericordioso. (Santiago 5.11 LBLA)

Un claro ejemplo de la misericordia de Dios, que podemos encontrar en el Antiguo Testamento, es cuando Dios mandó al profeta Elías a decirle a Acab que toda su casa sería destruída por el mal que él había hecho contra Dios. Escuche.


Ciertamente no hubo ninguno como Acab que se vendiera para hacer lo malo ante los ojos del Señor, porque Jezabel su mujer lo había incitado. Su conducta fue muy abominable, pues fue tras los ídolos conforme a todo lo que habían hecho los amorreos, a los que el Señor había echado de delante de los hijos de Israel. Y sucedió que cuando Acab oyó estas palabras, rasgó sus vestidos, puso cilicio sobre sus carnes y ayunó, se acostó con el cilicio y andaba abatido. Entonces la palabra del Señor vino a Elías tisbita, diciendo: ¿Ves como Acab se ha humillado delante de mí? Porque se ha humillado delante de mí, no traeré el mal en sus días; pero en los días de su hijo traeré el mal sobre su casa. (1 Reyes 21.25–29 LBLA)

Dios dice de Acab que era el peor de todos, pero aún así le mostró misericordia al no ejecutar el mal que había prometido. Y hablando de la misericordia, el mismo Señor Jesús nos mandó a ser misericordiosos, porque Dios el Padre lo es. Escuche:


Sed, pues, misericordiosos, como también vuestro Padre es misericordioso. (Lucas 6.36)

Podemos ver que no hay tal cosa como un Dios que cambia, o como dice el mundo, un Dios del Antiguo Testamento y uno del Nuevo. En esta misma línea, por ejemplo, el mundo habla de que el Dios del AT era un Dios castigador, perpetuamente enfadado con sus criaturas, mientras que el del NT es uno perdonador, lleno de amor y misericordia; pero ¿qué dicen las escrituras?


Porque tú, Señor, eres bueno y perdonador, y grande en misericordia para con todos los que te invocan. (Salmos 86.5)

Quienes dicen este tipo de cosas, claramente no conocen a Dios, pues obviamente desconocen las escrituras. Además, ellos hablan del “Dios del Nuevo Testamento” como si fuese una especie de abuelito consentidor, que perdona todo, porque es puro amor, pero lo que ellos no saben es que el Dios del NT sí castiga el pecado. Escuche:


El Señor, entonces, sabe rescatar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos bajo castigo para el día del juicio, especialmente a los que andan tras la carne en sus deseos corrompidos y desprecian la autoridad. (2 Pedro 2.9–10 LBLA)

Mis hermanos, no hay tal cosa como que Dios cambia; como ya he dicho, él se mantiene siempre igual, sin modificación alguna. Acá les doy otro ejemplo. En el Nuevo Testamento dice:


Todo lo que es bueno y perfecto desciende a nosotros de parte de Dios nuestro Padre, quien creó todas las luces de los cielos. Él nunca cambia ni varía como una sombra en movimiento. (Santiago 1.17 NTV)

Mientras que en el Antiguo Testamento dice:


Ellos perecerán, pero tú permaneces; y todos ellos como una vestidura se desgastarán, como vestido los mudarás, y serán cambiados. Pero tú eres el mismo, y tus años no tendrán fin. (Salmos 102.26–27 LBLA)

Así que, me gustaría que viéramos algunos otros ejemplos más en las escrituras, de que Dios es el mismo, tanto en el Antiguo Testamento, como en el Nuevo. Dice así:


1. Dios no desea que ningún ser humano muera:


Antiguo Testamento:


“Vivo yo” —declara el Señor Dios— “que no me complazco en la muerte del impío, sino en que el impío se aparte de su camino y viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos. (Ezequiel 33.11 LBLA)

Nuevo Testamento:


No es que Dios sea lento para cumplir su promesa, como algunos piensan. Lo que pasa es que Dios tiene paciencia con ustedes, porque él no quiere que nadie muera, sino que todos vuelvan a obedecerle. (2 Pedro 3.9 TLA)

2. Dios es Justo:


Antiguo Testamento:


Pues el Señor es justo; Él ama la justicia; los rectos contemplarán su rostro. (Salmos 11.7 LBLA)

Nuevo Testamento:


Si sabéis que él es justo, sabed también que todo el que hace justicia es nacido de él. (1 Juan 2.29)

3. Dios nos paga según nuestras obras:


Antiguo Testamento:

Y tuya, oh Señor, es la misericordia; porque tú pagas a cada uno conforme a su obra. (Salmos 62.12).

Nuevo Testamento:


Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras. (Mateo 16.27)

4. Dios nos ama:


Antiguo Testamento:

Hijo mío, no rechaces la disciplina del Señor ni aborrezcas su reprensión, porque el Señor a quien ama reprende, como un padre al hijo en quien se deleita. (Proverbios 3.11–12 LBLA)

Nuevo Testamento:

Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. (Juan 3.16–17)

Como hemos visto Dios no cambia, no solo en su modo de ser, sino tampoco lo hace en su modo de actuar. Así que, dejemos de pensar que Dios de alguna forma varía.


Y ya para terminar quiero agregar una sola cosa más. El hecho de que Dios no cambia es muy importante cuando estudiamos las escrituras, pues es necesario que siempre tengamos presente esta verdad al momento de interpretarlas; ya que, de otra forma, llegaremos a conclusiones erradas; pues es así como han nacido muchas doctrinas falsas a lo largo del tiempo.


Que el Señor les bendiga.


Para descargar este mensaje como PDF, haz click en el botón de más abajo.

Episodio 54 Dios no cambia
.pdf
Download PDF • 139KB

9 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page