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Dios gobierna la creación

  • 6 jun 2023
  • 2 Min. de lectura



La cigüeña en el cielo conoce su tiempo, y la tórtola y la grulla y la golondrina guardan el tiempo de su venida. (Jeremías 8:7)


Al final del verano, las golondrinas se reúnen en los cables eléctricos en Europa y se preparan para un gran viaje: su destino es África, donde encontrarán insectos voladores en abundancia, para alimentarse. Pero, ¡qué reto para esas aves tan livianas recorrer a veces hasta 10.000 kilómetros! ¿Y quién les dará la señal de partida? Dicen los científicos: «El desencadenamiento de la migración responde a mecanismos complejos que todavía no han sido aclarados». Tal es la constatación de los observadores, a pesar de que sus técnicas están en continuo progreso. La pregunta sigue, pues, sin respuesta. Sin embargo, los creyentes conocemos la respuesta a esa pregunta: Dios.


En la Biblia Dios interpeló a Job mediante una pregunta similar (Job 39:26): «¿Vuela el gavilán (otra ave migratoria) por tu sabiduría, y extiende hacia el sur sus alas?» (cuando llega el momento de migrar).

Antes de que Dios le hablara a Job, este estaba sumergido en una gran angustia y había hecho multitud de preguntas a Dios, pero todo aquel proceso permitió que saliera a flote un gran pecado en el corazón de Job: se creía más justo que Dios. No obstante, Dios llamó su atención sobre algunas particularidades admirables del reino animal (Job 39) que lo dejaron sin palabra. Le hizo «sentir» su poder y su soberanía; le mostró, no solo el control que tiene sobre la naturaleza, sino además los cuidados que como Creador tiene hacia sus criaturas. Tras lo cual, Job se inclinó y humildemente reconoció sus propios límites, pues dijo: «He aquí que yo soy vil; ¿qué te responderé? Mi mano pongo sobre mi boca» (Job 40:4). Y cuando Dios terminó de hacerle preguntas, Job dijo: «Por tanto, yo hablaba lo que no entendía; cosas demasiado maravillosas para mí, que yo no comprendía» (Job 42:3).


Hoy en día, aún hay hombres y mujeres que no quieren reconocer que quien gobierna sobre toda la creación no es otro que nuestro Señor. Ellos están tan cegados por el maligno, que la naturaleza, la cual nos muestra la existencia de Dios, con todos los misterios y las maravillas que contiene, no les dice nada acerca del Altísimo, siendo que «los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos» (Salmos 19:1). No seamos de aquellos, ni sigamos su corriente de pensamiento, sino que reconozcamos que es únicamente nuestro creador quien gobierna sobre todo lo creado.



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