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Dios está al tanto



Es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo. (2 Corintios 5:10)


Benaía era siervo del rey David. La Palabra de Dios lo presenta como un héroe y nos cuenta una de sus hazañas: peleó contra un león y lo mató en el fondo de un foso (2 Samuel 23:20–23). El relato precisa que ese día estaba nevando. Benaía hizo, pues, una cosa difícil (matar a un león), en un lugar difícil (en el fondo de un foso) y en circunstancias difíciles (estaba nevando). Dios quiso que todos esos detalles quedaran escritos en su Palabra. Las condiciones en las que Benaía luchó subrayan la valentía de este hombre de fe.


Mis hermanos, Dios, cuida de nosotros en cada circunstancia, y sabe en qué condiciones le servimos, que a veces libramos combates difíciles para Él. Él ve al cristiano que anuncia el Evangelio un día de mucho calor, o al que visita a un amigo enfermo un día de gran congestión vehicular. Sigue a su siervo que viaja en condiciones precarias, un día de fuertes lluvias, para visitar a hermanos aislados; también acompaña a la madre de familia que realiza sus tareas diarias con un fuerte dolor de cabeza. El Dios que controla todo el universo también se ocupa de los pequeños detalles.


Nada de lo que hemos hecho, hacemos y haremos para Dios pasa desapercibido delante de sus ojos. Lo más seguro es que en el cielo nos quedaremos maravillados al constatar que Él tuvo en cuenta todas nuestras circunstancias, y cada detalle de lo que hicimos en su nombre. Esas serán las obras que resistirán el fuego aquel día, con las cuales sobreedificamos en el fundamento que es Cristo (1 Corintios 3:12–15).

No importa que fue algo pequeño, o que a nosotros nos parezca pequeño. El Señor mismo lo dijo: «Y cualquiera que dé a uno de estos pequeñitos un vaso de agua fría solamente, por cuanto es discípulo, de cierto os digo que no perderá su recompensa» (Mateo 10:42).


Así que, hermanos, no nos cansemos de trabajar para nuestro Dios, «porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos» (Gálatas 6:9).


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