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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Dios escucha nuestras oraciones



A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. (Salmos 66:17)


El versículo citado más arriba expresa el agradecimiento hacia Dios por parte de una persona que atravesó una prueba muy dolorosa. No conocemos las situaciones que padeció, ni siquiera sabemos de quién se trata, pero lo que sí sabemos es que buscó a Dios cuando más lo necesitaba. Así como este salmista usted también se halla en una situación muy difícil. Le parece que todo está en su contra y no sabe cómo arreglárselas. La buena noticia es que hay un recurso infalible: la oración. Por eso el autor del salmo escribió: «Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica» (Salmos 66:19).


A veces los cristianos, no le tomamos el peso de lo que esto significa, me refiero a que es extraordinario que el Dios creador, todopoderoso, justo y santo, escucha y contesta a las oraciones de sus criaturas. Es una experiencia que hemos hecho personalmente y a menudo todos los que hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, pero que tantas veces tomamos con liviandad no meditando lo que esto significa. Es hermoso pensar en que el Dios Altísimo pone oído a nuestra oración, tal como dice su Palabra: «Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos» (Salmos 34:15). Y lo mejor de todo, es que Dios no necesita que le expliquemos cuál es nuestro estado o nuestra situación, porque Él nos ve y nos conoce.


A pesar de que somos pecadores, Dios, quien es tres veces santo, está atento a nuestras voces, esto es porque nos ama con amor eterno (Jeremías 31:1). Podemos llegar a su presencia porque su Hijo Jesucristo nos abrió un camino nuevo y vivo (Hebreos 10:20) a la presencia de Dios. Es más, Dios nos invita en su Palabra a acercarnos a Él con confianza: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16).


Y por todo lo anterior no olvidemos de agradecer siempre a Dios por su ayuda, tomando consciencia de lo que significa la oración; para que así podamos decir como el salmista: «Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia» (Salmos 66:20).


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