Jesús… anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (Hechos 10:38)
Testimonio
«Soy una joven de la región de Cabilia, en Argelia, África, orgullosa de mi hermoso país. Mis padres son ejemplares, y siempre me consintieron. Al crecer empecé a hacerme preguntas sobre el universo: ¿Cómo y por quién fue creado? ¿Cuál es el poder misterioso que lo rige?
En mi época de estudiante vivía en la ciudad universitaria, pero me sentía mal con respecto al comportamiento de algunas compañeras. Sus objetivos eran muy diferentes a los míos, y me preguntaba si vivían según su fe musulmana. Durante ese periodo de reflexión y observación, conocí a una estudiante cristiana que se hizo amiga mía. Me ofreció el evangelio de Lucas en el que descubrí a Jesús, quien consagró su vida a curar a los enfermos, a liberar a las personas oprimidas por los malos espíritus, y quien murió por los rebeldes. Tras este descubrimiento empecé a orar al Dios de los cristianos. Al leer la Biblia, mi fe crecía cada vez más, a medida que descubría la persona de Jesús en su humildad y su poder. Finalmente, su Palabra me hizo convicta de mi pecado, y fui a Cristo en busca de perdón de mis pecados y la salvación de mi alma.
Hoy puedo decir con toda confianza: Dios es mi fuerza. Él me ayuda a superar mis debilidades y desánimos, y cada día me da abundante gozo y completa paz, la cual le da a todos sus hijos, a los que creen en su Hijo Jesús, a quien envió para salvarnos del juicio mediante la fe en él».
Se alegró, por tanto, mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente… Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre (Salmo 16:9, 11).
Fuente: La Buena Semilla
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