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Dificultades al Servir a Dios



Y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén. (Mateo 28.20 RVR60)


Si Dios lo enviara a hacer algo importante para Él, ¿cómo esperaría que lo tratasen los demás al comunicar aquello por lo cual ha sido enviado? ¿Cómo esperaría sentirse? ¿Importante y confiado? ¿Seguro de saber exactamente a dónde va y qué hace?


Nuestros primeros pasos en el camino de servir a Dios pueden parecer el final de nuestras esperanzas y de nuestros sueños, ya que muchas veces pasa lo opuesto a lo que pensamos o creemos que debe pasar. Los principios de Dios para sus siervos, muchas veces se parecen muy poco a los finales que Él tiene en mente. Por eso es que nos dice en Isaías:


Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos —dice el Señor—. Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse. Pues así como los cielos están más altos que la tierra, así mis caminos están más altos que sus caminos y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos. (Isaías 55.8–9 NTV)


Por eso las palabras que el Señor le dijo al apóstol Pedro, las podemos hacer extensible a todos nosotros: «Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después» (Juan 13.7 RVR60). Muchas de las cosas que Dios hace en nuestras vidas carecen de sentido, en principio, pero una vez que hemos avanzado en el camino de la fe, Dios nos permite entender porqué hizo lo que hizo con nuestras vidas, así como en su palabras a Pedro.


Por ejemplo, si tomamos la historia de José (Génesis 37–47), podemos ver que tiene un comienzo muy duro e inexplicable, pero al final es muy alentadora; lo mismo pasa cuando su trato hacia nosotros parece imposible de comprender. En Salmos encontramos una de las razones por cuales Dios le hizo pasar lo que pasó José:


Envió a un hombre delante de ellos, a José, vendido como esclavo. Con grillos afligieron sus pies, él mismo fue puesto en cadenas, hasta que su predicción se cumplió; la palabra del Señor lo puso a prueba. (Salmos 105.17–19 LBLA)


Hermanos, ser enviado por Dios puede comenzar, por ejemplo, con perder un empleo, con la enfermedad de un ser querido cercano o de la muerte de alguien cercano. Siguiendo con el ejemplo de José. lo que nos puede acontecer podría ser tan doloroso como fue para José la prisión, siendo él completamente inocente.


En conclusión, si Dios le ha dado un comienzo difícil, pídale la fortaleza para llegar al final; pues la promesa de Dios es: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41.10 RVR60). Hermanos, el Dios que nos envía, también nos sostendrá hasta que llegue al final que Él ha planeado.


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