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Descansar confiadamente en Dios



En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado. (Salmos 4:8)


Durante la Segunda Guerra Mundial, una anciana en Inglaterra soportó los bombardeos, que destrozaban los nervios de todos los habitantes de aquel país, con absoluta serenidad. Un día, alguien le preguntó cuál era el secreto de su calma en medio del terror y del peligro, a lo que ella contestó:

—Bueno, mi secreto es que oro todas las noches. Y cada día recuerdo que Dios siempre está observándolo todo, y todo está bajo su control, así que me voy a dormir en paz. Después de todo, no es necesario que ambos nos mantengamos despiertos, ¿cierto?


Alguien dijo una vez: «El resto de tu vida depende de cómo descanses por las noches». Sin embargo, mucha gente se siente como aquel muchacho que tenía problemas para dormir, y que un día le dijo a su madre: —Mi cuerpo está acostado, pero mi mente sigue sentada.


Hermano(a), si usted es de aquellos que se mantienen despiertos a causa de sus pensamientos ansiosos, lo que tiene que hacer es pedirle a Dios que tranquilice su corazón, que le enseñe a descansar en Él y que le provea de la fe suficiente para creer en sus promesas, que nos dicen, por ejemplo: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia»(Isaías 41:10). Le doy un consejo mi amado(a) hermano(a): Memorícese este versículo y repítalo hasta que lo crea de todo corazón.


Mis hermanos, debemos dejar que Dios sea quien resuelva nuestros problemas que más nos perturban. Eso era lo que el rey David entendió cuando estaba en apuros, por eso escribió el versículo del encabezado: «En paz me acostaré, y asimismo dormiré; porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado». Y cuando verdaderamente creamos que nuestro Padre celestial reina, comanda y gobierna en los cielos y en la tierra, así como en nuestras vidas (pues nada pasa por el azar) y que además nos está observando atentamente y guardándonos en su mano (Juan 10:29), será entonces que podremos experimentar aquel dulce descanso que tanto deseamos y que nuestro Dios anhela darnos.


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