Alexis Sazo
Cuidado tierno y amoroso

Con amor eterno te he amado; por tanto, te prolongué mi misericordia. (Jeremías 31.3 RVR60)
El pasatiempo de Marcos es una pequeña granja. Hace poco, cuando fue a ver las vacas que criaba, se sorprendió al ver un ternero recién nacido. Cuando compró el ganado, no sabía que había una preñada. Lamentablemente, la vaca tuvo complicaciones y murió poco después del parto. De inmediato, Marcos compró leche en polvo para alimentar al ternero con un biberón. ¡El ternero cree que soy su madre! —dijo él.
Esta tierna historia del nuevo papel de Marcos nos recuerda a Pablo, cuando se comparó con una madre amorosa, al ocuparse de los creyentes en Tesalónica, ya que les dijo: «Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos» (1 Tesalonicenses 2.7 RVR60).
Pablo adoptaba la actitud de una nodriza cuando le enseñaba a la gente. Sabía que los creyentes necesitaban «la leche» de la Palabra de Dios para crecer espiritualmente (1 Pedro 2.2), pero también prestaba especial atención a las necesidades de aquellos a quienes cuidaba: «… sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios» (1 Tesalonicenses 2.11-12 RVR60).
El ejemplo del Señor Jesús, así como el del apóstol Pablo, son ejemplos que como creyentes debemos seguir, ya que en su Palabra encontramos que nos dice:
Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Y sobre todas estas cosas vestíos de amor, que es el vínculo perfecto.(Colosenses 3.12–14 RVR60)
Así que, hermanos, al servirnos los unos a los otros, tal como leemos en Gálatas 5.13 «… sino servíos por amor los unos a los otros». Por lo tanto, tenemos que hacerlo con el cuidado tierno y amoroso de nuestro Salvador, estimulándonos en nuestra travesía espiritual, pues así lo leemos en su Palabra:
Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. (Hebreos 10.24 RVR60)