No te entremetas con el iracundo, ni te acompañes con el hombre violento, no sea que aprendas sus maneras, y tomes lazo para tu alma. (Proverbios 22:24–25)
Este pasaje nos advierte sobre la influencia de las personas con las que nos relacionamos. La ira y la violencia no solo dañan a quienes las practican, sino que también pueden afectar a aquellos que se asocian con personas así. Dios, a través de este proverbio, nos muestra la importancia de alejarnos de quienes permiten que la ira controle sus acciones.
La razón es clara: las malas actitudes son contagiosas. Si pasamos demasiado tiempo con personas que se dejan llevar por la ira y la violencia, corremos el riesgo de adoptar esos mismos comportamientos, lo que puede alejarnos del carácter de Cristo y poner en peligro nuestra relación con Dios.
Este proverbio nos recuerda que debemos ser intencionales con las personas que dejamos entrar en nuestra vida. Nuestro carácter se moldea en parte por las influencias que nos rodean, y si queremos caminar en paz y en santidad, debemos evitar aquellas relaciones que nos lleven por un camino opuesto a la voluntad de Dios.
¿Hay alguien en nuestra vida cuya ira o violencia podría estar influyendo negativamente en nosotros? Oremos a Dios para que nos dé discernimiento y sabiduría, para rodearnos de personas que nos animen a crecer espiritualmente y a reflejar el carácter de Cristo.
Y si no tenemos personas que nos estimulen a parecernos y seguir a Cristo en nuestro rededor, pidámosle a Dios que nos las provea, para que así podamos ser estimulados al amor y a las buenas obras (Hebreos 10:24) por nuestros hermanos en la fe.
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