En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo. (1 Pedro 1:6–7 RVR60)
A veces pasamos por pruebas en nuestras vidas y no logramos entender porqué Dios permite que nos sucedan tales cosas, que a nuestros ojos son malas. Sin embargo, debemos recordar que su Palabra dice acerca de Dios: «Porque no aflige ni entristece voluntariamente a los hijos de los hombres» (Lamentaciones 3:33RVR60). Un hermano una vez relató lo siguiente:
«Era invierno y mi hija tenía una bronquiolitis, así que el médico le prescribió sesiones respiratorias con el fisioterapeuta. Llegamos a la cita, coloqué a mi hija sobre la camilla y dejé que le hicieran la terapia mientras yo sostenía su mano. El fisioterapeuta no tenía otro remedio más que darle un enérgico masaje sobre su tórax haciendo presión intensa para luego soltarla. Aquellos ejercicios le hacían sentir que se iba a ahogar.
Mientras le daban el tratamiento, mi hija me miraba con ojos suplicantes, pero lo único que podía hacer era apretar fuertemente su manito y animarla tiernamente a que tratara de aguantar. ¡Cómo me hubiera gustado tomarla en mis brazos y librarla de ese penoso tratamiento! Era como si ella me dijera: «¿Por qué me miras sin hacer nada? ¡No ves que estoy sufriendo! En realidad, yo sufría más que ella».
Aquella niña era muy pequeña no lograba entender que lo que su padre estaba permitiendo que le hicieran era para el beneficio directo de ella. Del mismo modo, Dios a veces permite que sus hijos pasen por momentos difíciles. Y al igual que aquella niña, nos parece que Dios nos ve sufrir sin hacer nada. Pero así como aquel padre, si Dios no interviene durante cierto tiempo, es porque tiene sus razones. Por lo tanto, no nos dejemos atormentar por las apariencias, porque recordemos que la Biblia dice:
Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. (Romanos 8:28 RVR60)
Nuestro Dios nunca es indiferente, sino que Él es sabio y quiere nuestro bien, así que, no dudemos de su amor; incluso si a veces se nos escapa una queja, confiemos completamente en Él.
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