Seamos honestos, a nadie le gusta que le llamen la atención o lo corrijan por los errores que cometemos. La gran mayoría nos enojamos y queremos que la persona que está haciendo la corrección se calle de una vez para que no nos siga «dando lata». Esa no es más que la soberbia innata que cada ser humano posee manifestándose en toda su expresión. Sin embargo, la Palabra de Dios nos dice:
El hombre que reprendido endurece la cerviz, de repente será quebrantado, y no habrá para él medicina. (Proverbios 29.1 RVR60)
En caso de dudas, la palabra en el original hebreo para quebrantado es šāḇar (שָׁבַר) y significa: «Quebrar, estallar, romper en pedazos, destrozar, aplastar, dar a luz. La palabra se usa con mayor frecuencia para expresar estallido o ruptura». Entonces, podemos ver que aquella persona que ha sido reprendida, pero que se niega a oír las palabras que se le dicen, será molido por Dios sin remedio. ¿Sabe por qué es esto? Porque Dios resiste a los soberbios (Santiago 4.6), porque su alma los abomina (Proverbios 6.16-17) y por eso los destruye: El Señor derribará la casa de los soberbios (Proverbios 15.25 LBLA). Además, en recibir la corrección que se nos hace hay sabiduría, ya que aprender de la corrección nos hace sabios:
Solo un necio desprecia la disciplina de sus padres; el que aprende de la corrección es sabio. (Proverbios 15.5 NTV)
Mis hermanos, como creyentes, no podemos ser soberbios, porque el mismo Señor Jesús nos dejó el mandamiento de aprender a ser mansos y humildes como lo es Él (Mateo 11.29). En otras palabras, ser humildes no es una opción, sino que es un mandamiento. Y como vimos antes, debemos aprender a aceptar la corrección que se nos pueda hacer, ya sea de parte de nuestros padres, algún familiar, amigos, un jefe; hermanos en la fe, los sobreveedores de la iglesia local, etc.
Y hablando en términos cristianos, quizás, una de las mayores razones para que nos molestemos, es cuando un hermano al que consideramos «inferior» o más joven en la fe nos amonesta o nos corrige usando las escrituras. Pero su Palabra nos dice: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él mismo (Filipenses 2.3 RVR60). Esto significa que no importa si el hermano o hermana que nos corrige tiene segundos de convertido, Dios nos manda a considerarlo como superior a uno mismo, jamás como inferior.
Mis amados, es que sin corrección no podemos aprender o avanzar en la vida espiritual (Efesios 4.13-15); debemos aceptarla, especialmente cuando viene de parte de un hermano, pues está siendo usado por Dios. Y si por abc somos nosotros los que debemos amonestar a otro, acá les dejo unos pasajes de cómo debemos hacerlo (Gálatas 6.1-3 y 1 Timoteo 5.1-2).
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