Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. (1 Pedro 2:24)
¿Cuál es la base para no guardar rencor contra los hermanos y hermanas cristianos que se arrepienten? Nuestra indignación moral debido a una terrible ofensa hecha contra nosotros no se evapora solo porque el ofensor sea cristiano. De hecho, podemos sentirnos aún más traicionados, y un simple «lo siento» a menudo parecerá totalmente desproporcionado al dolor y la fealdad de la ofensa.
Pero en este caso estamos tratando con otros cristianos y la promesa de la ira de Dios contra nuestro ofensor no se aplica, porque «ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús» (Romanos 8:1). «Porque no nos ha puesto Dios para ira, sino para alcanzar salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo» (1 Tesalonicenses 5:9). Entonces, ¡pareciera que se saldrán con la suya!
¿A dónde nos dirigiremos para asegurarnos de que se hará justicia y que el cristianismo no es una burla de la gravedad del pecado? La respuesta es que miremos a la cruz de Cristo. Todos los males que han sido hechos contra nosotros, por creyentes genuinos, fueron vengados en la muerte de Jesús. Esto está implícito en el simple, pero asombroso hecho, de que todos los pecados de todo el pueblo de Dios fueron puestos sobre Jesús, puesto que Dios puso sobre Él el pecado de todos nosotros (Isaías 53:6; 1 Pedro 2:24).
El sufrimiento de Cristo fue el verdadero castigo y recompensa de Dios por cada dolor que alguna vez hemos recibido de un hermano en la fe. Por lo tanto, el cristianismo no hace ligero al pecado, ni añade un insulto a nuestra herida, por el contrario, toma los pecados contra nosotros tan en serio que, para corregirlos, Dios dio a su propio Hijo para sufrir más de lo que podríamos hacer sufrir a cualquiera por lo que nos haya hecho.
Así que, hermanos, si seguimos guardando rencor contra un hermano en la fe, estamos diciendo, en efecto, que la cruz de Cristo no fue una recompensa suficiente por los pecados del pueblo de Dios, y esto es un insulto a Cristo y su cruz que no queremos dar.
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