Iris P.
CUANDO LA TRISTEZA ATRAPA

Noemí era una mujer que vivía feliz con su esposo Elimelec y tenían dos hijos; el nombre de uno era Mahlón y el otro Quelión. Vivían en la ciudad de Belén de Judá. En aquel tiempo gobernaban los jueces y nos dice su Palabra que hubo un gran hambre en la tierra y este hombre se fue de su tierra para irse a vivir a Moab con su familia (Rut 1.2).
Nos dice el relato bíblico que murió el esposo de Noemí. Y sus hijos se casaron con mujeres moabitas, cosa que Dios les había prohibido (Dt 23.3). Tras diez años de vivir en Moab murieron también los dos hijos de esta mujer con lo cual le vino una gran depresión. Y claro, no es para menos, pues quedó viuda y sin hijos. Amargada como estaba, decidió volver a su tierra natal después de saber que en su pueblo se había acabado la escasez de alimentos (Rut 1.3-5).
A pesar de que iba derrotada, amargada y depresiva, sus nueras no la abandonaron, pues era como una madre para ellas. Cuando Noemí iba de regreso a su tierra natal ellas comenzaron a seguirla, pero el corazón de Noemí estaba deshecho, por lo que le habló a sus nueras para que se fueran a su pueblo y a sus dioses. Orfa -una de sus nueras-, lloró con ella, la besó y volvió a su pueblo, mientras que Rut le dijo: “no me pidas que me vaya, porque yo voy contigo a donde quiera que vayas, desde ahora tu pueblo será mi pueblo y tu Dios, será mi Dios” (Rut 1.16).
Al llegar a Belén todos reconocieron que era Noemí, pero ella les decía: “No me llamen por así, diganme Mara”, que significa amarga (Rut 1.20). Decía esto porque la muerte de sus amados la dejó en una profunda amargura; todo lo veía negro y la vida carecía de sentido, pues se había ido de Belén con esposo e hijos y volvía sin nada (según ella), pues ni siquiera podía ver el amor de hija que le profesaba Rut; tampoco sintió alegría de ver que todos la reconocieron en su pueblo, ya que que se alegraron de verla regreasar, pero eso no le importó, sino que todo lo veía negro.
La tristeza, debido a las circunstancias, es parte de la vida, pero la depresión es una enfermedad que nace a raíz de estas tristezas y ocurre cuando nos miramos a nosotros mismos y nuestras circunstancias y sentimos conmiseración de nosotros mismos. Claro, este tipo de situaciones son aprovechadas al máximo por Satanás, pues busca que las personas (ya sean creyentes o no) terminen por quitarse la vida.
En el relato del libro de Rut vemos que Noemí solo podía verse a sí misma, su pérdida y el dolor que esto le causaba, sin ver que Dios le había provisto de una hija amorosa no que la iba abandonar. Es interesante notar que Rut se había quedado viuda y también estaba triste por la pérdida de su marido, pero eso no la detuvo para ir con su suegra y dejar su tierra y su parentela con tal de cuidarla; aunque claro, eso no le importaba a Noemí, pues ella solo pensaba en sí misma. Así es la persona con depresión, no ve más allá de su nariz, se encierra en ese dolor y no oye a nadie, ni ve el sufrimiento que causa a sus seres queridos que le rodean, porque sencillamente deja de interesarle todo lo que le rodea, ya que solo el dolor de ella o él sienten es lo único que importa; se amargan pensando que nadie sufre más que ellos; incluso hay quienes se enojan con Dios “quien les quitó su tesoro”.
Es normal vivir el duelo luego de perder a alguien, pero quedarse por más de un año en aquel dolor sin que disminuya y, por así decirlo, la herida sane, no es normal, pues a eso se le llama duelo patológico. Lo que como creyentes debemos hacer es permitir que Dios Padre nos consuele, pues bien dice su Palabra:
Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios. (2 Corintios 1.3–4 RVRV60)
Nadie podrá consolarnos de mejor manera que Él; y no importa cuán grande sea nuestro dolor, Dios está esperándonos con los brazos abiertos para cargar con nuestro dolor, pues así lo dijo el Señor:
Luego dijo Jesús: Vengan a mí todos los que están cansados y llevan cargas pesadas, y yo les daré descanso. (Mateo 11.28 NTV)
¿Acaso no quisiera descansar de ese dolor que le lleva a ver todo oscuro y que apaga el brillo de la luz que nos otorga el Señor con la paz que proviene de la Salvación? Acérquese a Dios si está en una situación así, quien gustoso llevará sus cargas y le dará el consuelo que su corazón necesita.
Tú, deja tus pesares en las manos del Señor, y el Señor te mantendrá firme; el Señor no deja a sus fieles caídos para siempre. (Salmos 55.22 RVC)