![](https://static.wixstatic.com/media/nsplsh_364153706f334e4d6b4855~mv2_d_5184_3456_s_4_2.jpg/v1/fill/w_980,h_653,al_c,q_85,usm_0.66_1.00_0.01,enc_auto/nsplsh_364153706f334e4d6b4855~mv2_d_5184_3456_s_4_2.jpg)
No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia. (Isaías 41:10)
El miedo es una emoción común en la experiencia humana. Sentir miedo no es en sí mismo un pecado; es una señal de que somos conscientes de nuestra fragilidad y vulnerabilidad. Sin embargo, el miedo puede paralizarnos si lo dejamos dominar nuestra mente y corazón. En esos momentos, nuestra fe puede tambalearse y olvidar que no estamos solos.
Dios, en su infinita bondad, nos recuerda en su Palabra que Él está con nosotros en cada paso del camino. Isaías 41:10 es un recordatorio poderoso: no debemos temer porque el Señor, nuestro Dios, está a nuestro lado. Él no solo promete su compañía, sino que también nos asegura su ayuda y su fortaleza.
Cuando los problemas parecen mayores que nuestra capacidad para enfrentarlos, Dios nos invita a poner nuestra mirada en Él. El Señor Jesús mismo, durante su ministerio terrenal, enfrentó momentos difíciles y enseñó a sus discípulos a no temer, porque Él tenía el control, incluso en medio de tormentas (Marcos 4:39–40).
El miedo no tiene poder sobre nosotros cuando lo llevamos a los pies de Cristo. Él no nos promete la ausencia de problemas, pero sí la seguridad de Su presencia. Al confiar en Dios, el miedo cede lugar a la paz que sobrepasa todo entendimiento (Filipenses 4:7).
Aunque el miedo toque a nuestra puerta, debemos aprender a confiar en su amor y poder. Si el temor viene, si las dudas nos acechan, le podemos decir a Dios: «Dame la paz que necesito para enfrentar cada día y la valentía para caminar en fe, sabiendo que tú me sostienes con tu mano poderosa».
Kommentare