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¿Cuál es el valor de una vida humana?



Yo sanaré su rebelión, los amaré de pura gracia; porque mi ira se apartó de ellos. (Oseas 14:4)


En la antigüedad, cuando la esclavitud era una realidad en el mundo, la vida se tasaba de acuerdo al estado físico del esclavo. El valor variaba conforme a qué tanta utilidad se le podía sacar a una persona. Por ejemplo, en el tiempo en que existían los eunucos, estos tenían más o menos valor dependiendo de qué tan mutilados estaban, a lo que me refiero es que si solo sus genitales habían sido cortados tenía un precio, si a eso se le sumaba que su órgano reproductor también había sido mutilado, su precio subía, y si además de lo anterior su lengua había sido cortada, tenía un precio aún más elevado.


En el mundo de hoy, la sociedad nos asigna un valor dependiendo de nuestro sexo, nuestro dinero, nuestro aspecto físico, nuestra salud, nuestra edad, nuestros estudios, cuanto podemos aportar a la sociedad, etc. Por ejemplo, se considera que los adultos mayores no valen, porque «no son aporte» a la sociedad, sino una carga. Lo mismo pasa con los bebés no nacidos, «carecen de valor» porque aún no han nacido. Pero ¿qué dice la Palabra de Dios? Desde el momento de la creación Dios nos asignó un valor superior al resto de la creación, pues dice:


Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. (Génesis 1:26)


Pero nuestra valía Dios la elevó aún más al haber enviado a su propio Hijo a dar su vida por nosotros, pues dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16) Aunque esto no procede de nosotros, no es por algo que hicimos o dejamos de hacer, sino que esto proviene únicamente de Dios. Entonces, podemos decir que el valor de una vida humana es altísima, porque Dios la hizo así, pues al morir el Señor Jesús en la cruz del Calvario, nos asignó un precio incomparablemente alto, esto es, la vida de Dios mismo. A pesar de que ya teníamos un altísimo valor.


Por lo tanto, lo que usted y yo valemos no está determinado por lo que diga la sociedad, tampoco por lo que nosotros pensemos de nosotros mismos, ni siquiera guarda relación con que tan capaces seamos, ni con nuestra edad, nuestros logros, nuestra riqueza, etc. sino que nuestro valor está determinado únicamente por Dios. Y Él nos demostró desde el inicio de la creación que valemos muchísimo. Entonces, cuando sienta —o le hagan sentir— que usted no vale nada, no se deje engañar, porque no solo tenemos un lugar de preponderancia en la creación de Dios, sino que además nuestras almas valen la vida del autor de la vida, es decir, la vida del Hijo de Dios.


En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. (1 Juan 4:10)


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