Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Ni se enciende una luz y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en casa. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mateo 5.14–16)
Mis hermanos ¿cualquier persona que nos ve y nos oye hablar piensa que somos cristianos? En los versículos de más arriba el Señor nos dice que debemos brillar como una luz potente. A decir verdad, nadie pone en duda cuando ve una luz si es que es una luz o no; por ejemplo, nadie al ver una linterna encendida y se pregunta si es un grifo de agua, sino que todos saben lo que es porque emite luz. Pero nosotros ¿emitimos una luz visible al mundo?
Tristemente, existen muchos cristianos que parece que trabajan para una agencia secreta de espionaje (el servicio secreto), porque quien los ve u oye, jamás pensaría que son hijos de Dios. Hablan de las mismas cosas que habla el mundo y usan el mismo lenguaje; se ven como el mundo, sin que haya una sola diferencia entre ellos y los inconversos. Actúan como cualquier mundano, ya que hacen las mismas cosas que ellos. Muchos hermanos al ver este tipo de creyentes piensan que no son verdaderos hijos de Dios, debido a lo que dijo el Señor:
No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca. (Lucas 6.43–45)
Y en Mateo el Señor dijo algo incluso más decidor: No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis (Mateo 7.18–20).
Mis hermanos, no podemos ser imitadores del mundo, porque su Palabra nos dice que no debemos tomar la forma de este (Romanos 12.2). Tampoco debemos amar lo que hay en el mundo (1 Juan 2.15-16), ni mucho menos podemos ser amigos del mundo:
¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. (Santiago 4.4)
Quizás usted sea una persona tímida y es por vergüenza que trata de pasar desapercibida(o), pero ¡cuidado! El Señor Jesús dijo:
Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación adúltera y pecadora, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles. (Marcos 8.38)
Mis hermanos, seamos luz para este mundo dando testimonio de nuestro Señor y Salvador, no solo con nuestros labios, sino que además con nuestras vidas; buscando imitar a nuestro maestro cada día.
no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios. (Efesios 6.6)
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