Llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios. (Colosenses 1:10)
El término «anfibio» significa que tiene una doble vida de carácter físico, o sea, que lo mismo puede vivir en tierra que en el agua o en el mar. Lo triste es que hay algunos cristianos que se sienten igual de bien en el mundo que en la Iglesia, es decir, que hallan placer tanto en el pecado como en los ejercicios espirituales. Estos no sirven para Dios, como lo declara el pasaje de Apocalipsis: «¡Ojalá fueses frío o caliente! Pero porque eres tibio, te vomitaré de mi boca» (Apocalipsis 3:15).
Si alguien nos preguntara: ¿Cómo nos sentimos en el mundo? ¿Cuál sería nuestra respuesta? ¿Nos sentimos incómodos? O, por el contrario, ¿nos sentimos bien compartiendo con inconversos? ¿Somos como uno de ellos? Si nos sentimos así, entonces, necesitamos evaluar nuestras prioridades. El Señor dijo: «El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama» (Lucas 11:23). Mientras que el apóstol Pablo, les dijo a los romanos:
Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. (Romanos 8:5–8)
Mis hermanos, su Palabra, es clara al decirnos que esto no puede ser así, como creyentes no podemos vivir con un pie en el mundo y con otro en las cosas de Dios, tampoco podemos estar en el camino ancho y en el angosto al mismo tiempo. Elías le dijo al pueblo de Israel: «¿Hasta cuándo claudicaréis vosotros entre dos pensamientos? Si Jehová es Dios, seguidle; y si Baal, id en pos de él» (1 Reyes 18:21).
Y nosotros, ¿hasta cuándo vamos a vivir para Cristo y dejaremos de vivir para nosotros? ¿Acaso pensamos que esto agrada a Dios? ¿Tan poco estimados el sacrificio del Señor en la cruz? «¿Cómo escaparemos nosotros, si descuidamos una salvación tan grande?» (Hebreos 2:3). Mis hermanos, los seres humanos no somos anfibios, por tanto, no puede existir tal cosa como un cristiano anfibio.
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