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Creer y descansar en sus promesas




¡Oh si me dieras bendición, y ensancharas mi territorio, y si tu mano estuviera conmigo y me libraras del mal, para que no me dañe!  Y le otorgó Dios lo que pidió. (1 Crónicas 4:10)


En 1 Crónicas encontramos este pequeño relato acerca de Jabes. Se nos dice en el versículo 9 acerca de su nacimiento y el porqué de su nombre. Pero en el versículo 10 vemos que este Jabes le pide a Dios que le bendiga, quizás lo haya hecho pidiendo la bendición que Dios les había prometido a los descendientes de Abraham; pues nos dice su Palabra: «En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz» (Génesis 22:18).


En su oración no solo le pidió bendición a Dios, sino que también le pidió  protección. Y vemos que esta oración fue contestada. Pero, ¿por qué respondió luego el Señor? Porque este hombre le honró teniendo la convicción y fe de que Dios es fiel a sus promesas y poderoso en cumplirlas. Jabes, sabía bien que a Dios le agrada que sus criaturas le pidan creyendo en sus promesas, haciéndolo con la fe y la confianza de que serán recibidas, pero claro, siempre y cuando lo que estamos pidiendo no es para nuestros propios deleites como dice en Santiago 4:3.


Mis hermanos, a nuestro Dios, le gusta que confiemos en Él y en sus promesas, porque Él no es un mentiroso como nosotros los humanos, todo lo contrario, Él es la verdad (Juan 14:6). Nuestro problema es que no le creemos, ni tampoco confiamos en sus promesas o su poder. Nos cuesta mucho abstraernos del temor o la desconfianza. Sin embargo, esto es lo hermoso, Él es paciente con nosotros, sabe que somos polvo, y por eso nos dice una y otra vez: No temas. 


Él dijo: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isaías 41:10). Confiemos en aquel que nos ama con amor eterno (Jeremías 31:3), Él solo desea hacernos el bien, pero mientras no le creamos, no podrá actuar, así como le pasó en Nazaret (Mateo 13:58).


Mis hermanos, si nos falta fe, digamos como los apóstoles: «Auméntanos la fe» (Lucas 17:5), o como el padre del niño lunático le dijo al Señor: «ayuda mi incredulidad» (Marcos 9:24). Pidamos su ayuda, confiemos en Él, pues desea fervientemente que podamos creer y descansar en sus promesas. 

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