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Corazones y estrellas




Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites? (Salmos 8:3–4)


Hace ya varios años, los astrónomos usaron el telescopio óptico más grande de Australia para hacer un mapa de 100.000 galaxias que rodean la nuestra, la Vía Láctea. Aquel mapa tridimensional, a penas, cubre el 5 % del cielo, y nos permite ver un total de 4.000 millones de años luz en el espacio. De más está decir que esa cantidad de estrellas incluidas desafía nuestra imaginación, pero no así el conocimiento de Dios. Su Palabra dice: «Él cuenta el número de las estrellas; a todas ellas llama por sus nombres» (Salmos 147:4).


Pero todavía más asombrosa es la afirmación del salmista de que Dios, que es mucho mayor que el universo que Él creó, se preocupa por nuestras tristezas. En vez de permanecer remoto y apartado, está muy cerca con su amor y misericordia hacia los suyos. En el mismo salmo 147, dice: «Él sana a los quebrantados de corazón, y venda sus heridas» (Salmos 147:3).


Dios no es un ser distante que no se preocupa de sus hijos, ¡en lo absoluto! Jamás debemos pensar que está «muy ocupado» como para prestarnos atención, todo lo contrario, para Dios, nombrar cada estrella y sanar nuestros corazones, no son algo difícil, pues bien lo dice Él: «He aquí que yo soy Jehová, Dios de toda carne; ¿habrá algo que sea difícil para mí?» (Jeremías 32:27). Y es más, Él tiene centrada toda su atención en los suyos, pues, dice: «Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos» (Salmos 34:15).


Así que, mis hermanos, nunca pensemos que Dios, por estar sustentando su creación (Hebreos 1:3), por conocer y contar todas las estrellas, no tiene tiempo para nosotros. Esa es una mentira del diablo. El mismo Señor Jesús nos dijo: «¿No se venden dos pajarillos por un cuarto? Con todo, ni uno de ellos cae a tierra sin vuestro Padre. Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos» (Mateo 10:29–31). Reconfortemos nuestros corazones con esta verdad tan maravillosa.


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