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Corazones incrédulos

  • 6 may
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/QGUnOc582Nk


¿No ardía nuestro corazón en nosotros, mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras? (Lucas 24:32)


Después de la crucifixión del Señor Jesús, dos de sus discípulos iban camino a Emaús, tristes, confundidos y llenos de desilusión. Habían escuchado el testimonio de las mujeres que encontraron la tumba vacía. Sabían que algunos discípulos habían ido al sepulcro y confirmaron que el cuerpo no estaba. Incluso oyeron que unos ángeles habían dicho que el Señor estaba vivo. Sin embargo, seguían sin creer.


Qué fácil es para nosotros juzgarlos. Pero si somos honestos, ¿cuántas veces actuamos igual? Vemos oraciones respondidas, provisiones inesperadas, sanidades, puertas que se abren cuando todo parecía perdido y, aun así, dudamos. Dudamos de que Dios esté obrando. Dudamos de que sea Él y no coincidencia. Dudamos de su poder, y peor aún, de su amor por nosotros.


El Señor Jesús se acercó a estos dos hombres, pero ellos no lo reconocieron. Iban tan atrapados en su tristeza y su incredulidad que no podían ver aquel que había resucitado, caminando junto a ellos. A veces, nuestras propias expectativas de cómo “debería” actuar Dios nos ciegan a ver cómo realmente está actuando.


Pero entonces Jesucristo hizo algo maravilloso: les abrió las Escrituras. Les mostró cómo todo lo ocurrido ya estaba profetizado. Les recordó lo que Él mismo había dicho tantas veces. Les mostró que Dios siempre cumple su Palabra, aunque no lo entendamos en el momento. Fue allí, en la mesa, al partir el pan, que sus ojos fueron abiertos, y entonces lo reconocieron.


¿Cuántas veces Dios ha caminado contigo en medio del dolor y no lo has reconocido? ¿Cuántas veces ha cumplido promesas frente a tus ojos y no lo has visto por estar atrapado en tu tristeza o incredulidad? Mis hermanos, Dios sigue obrando, aun cuando no lo vemos e incluso cuando no lo sentimos. Pidámosle que nos mantenga con corazones prontos a creer y ojos que puedan identificar de inmediato la mano de nuestro Dios.


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