Cuando los discípulos le pidieron que les enseñara a orar, el Señor les dijo:
Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra. El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy. Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal; porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, por todos los siglos. Amén. (Mateo 6.9–13 RVR60)
¿El Padre nuestro es para repetirlo muchas veces a fin de que Dios «nos escuche»? No, pues dijo el Señor: —Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos. (Mateo 6.7)
Esta oración no es algo que debemos tomar a la ligera o que debemos evitar para no ser como los seguidores de la religión popular. Digo esto porque:
1. Debemos ser conscientes de que estamos entrando a la presencia del Dios Altísimo; y lo primero que debemos hacer es elevar nuestra adoración hacia Él. ¿Es nuestra vida una vida de adoración a Dios? ¿Siquiera le adoramos de alguna forma?
2. Debemos rogar que su voluntad siempre esté por sobre la nuestra. Esto significa que debemos pedirle que nos ayude a poner su voluntad por sobre la nuestra. ¿Hacemos su voluntad o la nuestra?
3. Necesitamos fe para confiar en que Él nos proveerá del sustento diario, el cual no es únicamente para la carne, sino también para nuestros espíritus. ¿Es por nuestra fuerza o por la de Él que tenemos alimentos en nuestra mesa?
4. Pedir perdón por lo que hacemos a otros, pero por sobre todas las cosas, perdonando a quienes han pecado contra nosotros. ¿Perdonamos como Cristo nos perdonó (Col 3.13)?
5. ¿Somos conscientes de que mientras vivamos en la carne habrán tentaciones que nos atacarán? Y si es así ¿sabe cómo vencerlas? (Ver 1 Co 10.13)
6. Siempre debemos pedir la protección de Dios, porque tal como dice su Palabra, el maligno anda como un león rugiendo esperando a que nos descuidemos para devorarnos (1 Pedro 5.8).
7. ¿Reconocemos que «el reino, el poder y la gloria», únicamente le pertenecen a Dios? O decimos «yo soy el que gobierna mi vida»
Seamos cuidadosos; y meditemos antes de hacer las cosas a nuestra manera. Porque nos dice su Palabra:
Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes bien todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuenta. (Hebreos 4.13 RVR60)
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