Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho. (Santiago 5:16)
Este es un mandamiento para todo creyente. Aunque claro, esta no es una confesión para perdón de pecados, como hacen los católicos. Sino que, más bien, tiene que ver con lo que dice en Gálatas 6:2, «Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo». Esto es, pedir ayuda a nuestros hermanos para vencer al pecado y no dejar que Satanás gane terreno en nuestras vidas.
Todos nosotros pecamos cada día, pero hay ciertos pecados o ciertas luchas que tenemos de manera recurrente con nuestro viejo hombre, con la carne. Y Dios nos dice: «¡Oye, no tienes que luchar solo, pide ayuda a tus hermanos! Confiesa lo que te está pasando y pide a un hermano que te ayude a llevar esa carga».
El cuidado que se debe tener aquí, es a quien le pedimos ayuda, ya que un hermano o hermana débil en la fe, podría juzgarnos en vez de ayudarnos o nuestro problema podría incluso serle de tropiezo. Por tanto, esta confesión se debe hacer a hermanos maduros en la fe, quienes entiendan la magnitud de su propio pecado, aquellos que reconozcan como Pablo en 1 Timoteo 1:15, que son el peor de los pecadores.
Ahora, Satanás, siempre querrá que batallemos solos, ¿por qué? Porque es como los animales depredadores. Ellos siempre buscan separar al más débil de la manada, para que quede a su merced y sea comido. Lo mismo pasa con nosotros como creyentes, si permitimos que el diablo nos aísle y tengamos que batallar «solos», es decir, sin la ayuda de otro hermano, seremos presa fácil de sus maquinaciones. En cambio, si confesamos nuestras luchas, y pedimos ayuda a nuestros hermanos, ellos estarán orando por nosotros, y de esta forma podremos ser fortalecidos, liberados, y evitaremos caer. Porque no solo estará Dios ayudándonos, sino que habrá otros hermanos que intercedan por nosotros delante de Dios, y como dice al final del pasaje de Santiago 5:16, «La oración eficaz del justo puede mucho».
Dejemos la vergüenza y el orgullo de lado, y pidamos ayuda a nuestros hermanos en la fe, para que así podamos tener vidas victoriosas en Cristo Jesús.
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