Sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor. (Mateo 25:21)
En los evangelios siempre vemos al Señor Jesús dando generosamente a todo aquel que estuviera necesitado. Si solo tomamos un evangelio, encontraremos, por ejemplo, cuando alimentó a cinco mil hombres, incluso sobró pan (Juan 6:1-15). En otra ocasión, cuando los apóstoles volvieron de una noche de pesca sin éxito, milagrosamente permitió que las redes se llenaran como nunca antes (Juan 21:1-14). Y en las bodas de Caná, cambió una gran cantidad de agua en vino, para el gozo de los invitados (Juan 2:1-11).
En estas tres situaciones, es sorprendente ver que el Señor pidió un compromiso personal antes de dar. Esto es porque Él quiere que participemos en su obra, aunque nosotros seamos débiles e incapaces, pero Él nos da la fuerza y nos capacita, porque su deseo es darnos más de lo que nosotros podamos dar. Por eso es que nos mandó diciendo: «Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo» (Lucas 6:38).
Cuando alimentó a la multitud, un muchacho aportó cinco panes y dos peces. Eso parecía irrisorio frente al número de bocas que había que alimentar. Sin embargo, el Señor utilizó aquella «insignificante» contribución de ese jovencito.
Si bien el Señor Jesús no necesitaba que sus discípulos volvieran a pescar para alimentarlos, pero tras pasar la noche tratando de pescar sin éxito, les mandó echar la red nuevamente y ellos le obedecieron, por lo cual su fe fue recompensada.
Y cuando el Señor pidió agua, antes de cambiarla en vino, hubiera podido hacerlo sin ella. No obstante, los que llenaron las tinajas, en este caso como en los otros, tuvieron el gozo de ser «colaboradores de Dios» (1 Corintios 3:9).
Mis hermanos, cada cosa que hacemos para Dios, Él la toma en cuenta, por más pequeña e insignificante que pueda parecer. Obviamente que nuestra participación no tiene comparación con lo que Él da. No obstante, Él quiere poner a prueba nuestra fe y estimularla para luego darnos su recompensa.
Por lo cual, si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré; pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido encomendada. (1 Corintios 9:17)
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