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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Cambiar de amo




En aquel tiempo estabais sin Cristo… sin esperanza y sin Dios en el mundo. (Efesios 2:12)

La Biblia nos presenta la historia de un joven que se encontraba en una situación desesperada en tiempos del rey David (1 Samuel 30:11-20). Era esclavo egipcio y había sido cruelmente abandonado en el camino por su amo amalecita, debido a que estaba enfermo. Sin alimento, sin agua y sin fuerzas, debido a que no comió ni bebió agua por tres días, no tenía ninguna esperanza. Sus pensamientos se nublaban, en pocas palabras se estaba muriendo.

Pero el relato continúa y nos muestra que, sin proponérselo, David y su tropa hallaron a este joven. David se detuvo, se ocupó del enfermo, le dio comida y bebida. Aquel esclavo recuperado y agradecido, le dio toda la información que David necesitaba acerca de sus enemigos. La única condición que le pidió aquel joven fue no ser entregado en manos de su amo. Finalmente este joven siguió a David, dejando atrás a un amo cruel y desalmado por uno que cuidaba de él.

Así como el rey David, Jesucristo quiere responder hoy a nuestras necesidades, incluso si nuestra situación es desesperada. Podemos haber sido abandonados por todos, rechazados por nuestra familia, despedidos de nuestro trabajo, etc. Sin embargo, el Señor desea salvarnos. David, sin haberlo planeado, se encontró en el camino con este joven, no obstante, el Señor Jesús sí sabe exactamente dónde y cómo estamos. Él dijo: «El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10). Él quiere que cambiemos de amo, que abandonemos nuestra vida pasada y la esclavitud de Satanás y el pecado de nuestros corazones, para seguirle a Él, el Salvador que nos ama, quien dio su vida por nosotors y que además nos ofrece la verdadera libertad (Juan 8:36).

Quien recibe el regalo de la salvación que Dios ofrece por medio de su Hijo Jesús, le da la vida eterna (Juan 1:12). Desde el mismo momento en que una persona cree en Jesús como su salvador, Dios enseguida satisface sus necesidades espirituales y de su corazón –ya que nos da uno nuevo–, se ocupa de nosotros y nos toma a su servicio para la gloria de Dios, y dándonos vida eterna y un lugar en su reino.


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