Jesús le dijo: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? (Juan 14.9 RVR60)
¿Ha visto usted a Jesús? Seguro le parece una pregunta ridícula y seguro me contestará: «¿como lo voy a ver si Él está en el cielo y yo en la tierra?» Sí, a primera vista es una pregunta que parece carecer de sentido común, pero mi pregunta es si usted le ha visto espiritualmente, en sus oraciones y mientras lee su Palabra. Agrego otra pregunta, cuando hacemos esto (leer y orar) ¿le sentimos cercano?
Hoy en día, entre el pueblo de Dios, no hay mucho tiempo para la oración, así como para leer, meditar y estudiar su Palabra. Lo triste es que para cualquier otra cosa siempre hay tiempo. Y tantas veces nos justificamos diciendo que el tiempo se hace relativamente corto y que los afanes y quehaceres de esta vida son muchos: el trabajo, el colegio, los niños, la casa, los compromisos, etc. ¿Pero cuánto tiempo precioso estamos perdiendo por dormir una hora más en vez de usarla para pasar tiempo con nuestro esposo? No faltará quien piense que también tiene derecho de ver el fútbol o una buena película, o reunirse con amigos; mientras que algunas dueñas de casa pierden las tardes viendo novelas o se quedan hasta la una de la mañana viendo novelas nocturnas. ¿Tanto nos cuesta entender que no debemos desperdiciar nuestro tiempo?
Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. Por tanto, no seáis insensatos, sino entendidos de cuál sea la voluntad del Señor. (Efesios 5.15–17 RVR60)
Pero parece que para Dios no hay tiempo ¿verdad? ¿Y para el resto de las cosas, por qué siempre tenemos tiempo? Felipe le dijo al Señor que les mostrara al Padre; este apóstol había caminado junto al Señor durante tres años, pero no conocía al Padre, habiéndolo visto cada día junto a Él. ¿Cuántos años de creyente lleva usted y cuánto conoce de su Salvador? ¿Es su amigo personal? ¿Es cercano a usted? ¿Conversa con Él a diario? ¿Es su confidente? ¿Despierta deseoso de saber más de Él? ¿Le busca con diligencia en las escrituras cada día?
¿Sabe usted cuándo y cuántas veces Jesús lloró? ¿Sabe usted a qué hora se levantaba por las mañanas y qué hacía al levantarse cuando aún no amanecía? ¿Sabe usted en cuál de los cuatro evangelios se dice que Jesús estaba predicando y sanando a la gente desde la mañana a la noche, sin siquiera detenerse para comer algo? ¿Sabe que su Señor un día de arduo trabajo el agotamiento fue tal que sus discípulos le llevaron en anda a la barca y él se durmió al momento? ¿Sabe usted en que parte de las escrituras sus propios discípulos al ver el poder de Dios en Jesús, se decían: «quién es este hombre que aún hace callar al viento»?
Dijo Jesús: No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos (Mateo 7.21 RVR60). También dijo: Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí (Juan 5.39 RVR60)
¿Estamos siendo negligentes, dormitando espiritualmente ocupados en las cosas de la vida que perece? Seamos sabios y ocupémonos de las cosas que a vida eterna permanecen. Dejemos el mundanal ruido para escuchar lo que Dios le dice; pues bien dice su Palabra:
El prudente se anticipa al peligro y toma precauciones. El simplón avanza a ciegas y sufre las consecuencias. (Proverbios 22.3 NTV)
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