No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en los cielos que no se agote, donde ladrón no llega, ni polilla destruye. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. (Lucas 12.32–34 RVR60)
Un hombre de negocios que vendió su compañía de construcción de carreteras dejó pasmados a sus empleados cuando dividió una tercera parte de los beneficios entre ellos. Cada uno de sus 550 empleados recibió una porción de sus 128 millones de dólares, y algunos de sus asociados que más tiempo tenían en la compañía recibieron bonos de un millón de dólares cada uno, libres de impuestos.
«De lo que se trata realmente es de compartir los buenos tiempos —dijo el dueño—. La gente trabaja muy arduamente para nosotros y yo quería hacer lo correcto».
Hablando de compartir las riquezas con otros, alguien dijo: «A veces Dios no nos confía dinero porque queremos conservarlo cuando Él quiere que lo regalemos». Lo cierto es que esta afirmación me dejó pensando y sobre todo cuando leí del hombre que repartió sus bienes. Además de las palabras del Señor Jesús de los versículos del encabezado, lo que hizo aquel hombre, me recordó los siguientes versículos:
A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos. (1 Timoteo 6.17–18 RVR60)
Es fácil decir: «Si yo tuviera millones, con gusto compartiría con los demás lo que tengo», pero ¿lo haríamos realmente? Y más aún, debemos preguntarnos ¿qué riquezas de tiempo, talento o tesoros estamos acumulando hoy en día? ¿Qué nos ha dado Dios y que no estamos dispuestos a compartir?
Mis amados hermanos, cualquiera sea la forma en que Dios nos haya bendecido, Él anhela que estemos gozosos, pero sobre todo que seamos generosos y compartamos esas bendiciones con quienes nos rodean, para así hacer bolsas en los cielos.
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