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Bienaventurados los de limpio corazón

  • 11 feb
  • 2 Min. de lectura


Versión en video: https://youtu.be/gxMJPXoJfdk


Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios. (Mateo 5:8)


En un mundo donde la apariencia suele tener más valor que la realidad interior, nuestro Señor Jesús nos llama a una pureza que va más allá de lo externo, esto es, la del corazón. Esta bienaventuranza nos recuerda que Dios no solo ve lo superficial, sino que ve en lo más profundo de nuestro ser: Nuestros corazones.


La pureza de corazón no se trata solo de moralidad o de evitar el pecado, sino de un corazón sincero, sin doblez, completamente entregado a Dios. Es un corazón que no está dividido entre el mundo y el Señor, entre servir a las riquezas o a Dios, sino que tiene un solo propósito: buscar a Dios y su justicia, para poder verle cara a cara.


Pero, ¿cómo podemos alcanzar esta pureza? No es algo que podamos lograr por nuestras propias fuerzas. David lo entendió bien cuando clamó: Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí (Salmo 51:10). Es Dios quien limpia nuestros corazones cuando nos acercamos a Él con humildad y confesión sincera. Por tanto, es a Él a quien debemos clamar, diariamente, para que nos dé este corazón limpio. 


La promesa de esta bienaventuranza es maravillosa: “ellos verán a Dios”. No solo se refiere a la gloria futura en el cielo, sino a una relación más profunda con Él aquí y ahora. Cuando nuestro corazón es limpio, podemos percibir su presencia, escuchar su voz y experimentar su amor de una manera más clara y real.


Mis hermanos, examinemos nuestro corazón hoy. ¿Está dividido entre Dios y otras cosas? ¿Hay pensamientos, actitudes o deseos que necesitan ser purificados? Acerquémonos a Dios con sinceridad, pidiendo que nos transforme desde adentro.

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