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Balance de fin de año



Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna. (1 Timoteo 6:18–19)


Hoy es el último día del año 2022 y muchas personas ya hacen balances de sus vidas, de cómo ocuparon su tiempo y sus recursos en este año; sacando cuentas de qué cosas alcanzaron a lograr y cuáles no; mientras que otros ya están pensando en lo que desean hacer para este año 2023. Pero los creyentes debemos hacer un balance un tanto diferente, es decir, debemos preguntarnos si hemos vivido sabiamente delante de Dios o Él nos tendrá que decir lo que encontramos en el libro de Isaías:


¿Por qué gastáis el dinero en lo que no es pan, y vuestro trabajo en lo que no sacia? Oídme atentamente, y comed del bien, y se deleitará vuestra alma con grosura. Inclinad vuestro oído, y venid a mí; oíd, y vivirá vuestra alma; y haré con vosotros pacto eterno, las misericordias firmes a David. (Isaías 55:2–3)


El sistema mundano nos trata de mantener ocupados en una vida sin sentido futuro (me refiero a la eternidad). Vivir para las cosas de este mundo es como lo que hace un hámster corriendo en su rueda, solo se cansa, pero jamás avanza a ninguna parte. En la iglesia local donde me congrego cantamos un himno que se llama: ¿He de ir sin ningún fruto? La primera y segunda estrofa dicen así: «¿He de ir sin ningún fruto que presente a mi Señor? ¡No le llevo ni un trofeo ni servicio de valor! De la muerte no me asusto, Cristo es ya mi salvador. Para Él nada yo he hecho, esto sí me da dolor».


Por eso el llamado de Dios es a no conformarnos a este mundo (Romanos 12:2); a poner la mira en las cosas de arriba y no en las de la tierra (Colosenses 3:2); aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos (Efesios 5:16); haciendo tesoros en los cielos (Mateo 6:19–21). Si hacemos esto, no tendremos que estarnos lamentando en el día del tribunal de Cristo, cuando todas nuestras obras, al haber sido probadas con fuego, se quemen y suframos una gran pérdida (1 Corintios 3:12–15), pues será por toda la eternidad.


Así que, mis hermanos, pongamos atención a lo que Dios nos dice, tal como dice en el versículo del encabezado, que «seamos ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir». Que el Señor les bendiga en este nuevo año que nos concederá nuestro buen Dios.


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