Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo. (Efesios 1:3)
La mina de oro Morgan, en Queensland, Australia, es una de las más ricas del mundo. Sin embargo, durante muchos años, los propietarios originales de esas tierras vivieron en una profunda pobreza sobre la desolada superficie de la montaña. Aunque la vasta riqueza no se veía, estuvo debajo de sus pies todo el tiempo.
Muchos cristianos vivimos de la misma manera. Caminando pesadamente y luchando por salir adelante –espiritualmente–, haciendo grandes esfuerzos a cada paso de nuestro andar diario en este mundo. No somos conscientes de las vastas riquezas que Dios nos ha proporcionado y, por tanto, no las reclamamos. Gracia, perdón, fortaleza, sabiduría, dirección, para poder resistir la tentación, reconciliación, protección, cargas ligeras, etc. Todas estas riquezas y muchas más son nuestras. Pero, ¿cómo nos hacemos conscientes de ellas y las reclamamos? La respuesta es simple: leyendo la Biblia a diario y orando para pedir la dirección divina mientras lo hacemos, y también prestando mucha atención cuando su Palabra es predicada o enseñada por sus siervos. Porque dice Dios:
Yo amo a los que me aman, y me hallan los que temprano me buscan. Las riquezas y la honra están conmigo; riquezas duraderas, y justicia. (Proverbios 8:17–18)
He aquí una sugerencia: Siempre que leamos la Biblia o escuchemos una enseñanza, busquemos qué dice acerca de las verdades sobre «toda bendición espiritual» que Dios nos ha dado. Y cuando descubramos una verdad o una promesa de Dios para nosotros, digamos: «¡Esto es para mí!». En la medida que lo vayamos haciendo, iremos «extrayendo» infinitas riquezas desde las profundidades de su Palabra, riquezas que tenemos «justo bajo nuestros pies».
Hozzászólások