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AUTORIDAD SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE



Está escrito: 


Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios. (Isaías 66.9)

¿Quién se cree el ser humano -que es un ser creado-, para tomar la autoridad de matar a otro ser humano en el vientre de su madre? ¿Y quién es la madre que autoriza para que maten a un inocente que no puede defenderse, si el creador del universo le dio vida a esa criatura? 


Dios es el autor y dador de la vida y únicamente Él tiene la autoridad de quitarla. Y aunque a las autoridades de turno les parezca bien que una mujer aborte a su hijito voluntariamente, eso no esta bien a los ojos de Dios, pues el dijo: No matarás (Éxodo 20.13). Sin embargo, el mundo desconoce que es el mismo Dios quien personalmente supervisa cada pequeño que se desarrolla en vientre de su madre: 


Porque tú formaste mis entrañas; tú me hiciste en el vientre de mi madre. No fue encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fui formado, y entretejido en lo más profundo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas. (Salmos 139.13, 15–16)

Como seres humanos no sabemos cuánto tiempo de vida tenemos cada uno de nosotros. Quiero contarles de un caso que ocurrió hace años. Una joven madre junto a su esposo esperaban un hijito. Tras unos exámenes de la salud del bebé, el médico les dio una terrible noticia, su pequeño no tenía cerebro y que al nacer moriría inmediatamente o a lo mucho podría vivir solo unas horas. En ese momento los médicos les ofrecieron un aborto terapéutico. Los jóvenes padres se miraron y dijeron: "No queremos matar a nuestro hijo, lo amamos. Lo queremos conocer, tenerlo en nuestros brazos, besarlo y decirle cuánto lo amamos. Dios nos regalará el tiempo necesario para poder sostener a nuestro hijo en los brazos y después de que parta se lo entregaremos. Si él quiso que nuestro hijito venga así, que así sea, pues es soberano”. 


Ellos confiaron en Dios y él les concedió que su bebito pudiera vivir durante seis meses. En ese tiempo aquellos padres se gozaron de poder hablarle, besarle y de decirle cuánto lo amaban; se sacaron muchas fotografías con él. A pesar de su condición, el bebito los seguía con la mirada e incluso algunas veces les sonreía. Cuando llegó el tiempo en que Dios lo recogió, le dieron las gracias por ese tremendo milagro y por haberles permitido conocerlo y amarlo por todos esos meses.  Quedaron muy agradecidos del Señor por la oportunidad de haberlo tenido con ellos todo ese tiempo. 


Por eso decía que nosotros no conocemos los caminos de Dios (Isaías 55.9), ni tampoco podemos ir en contra de su voluntad. 


Mas antes, oh hombre, ¿quién eres tú, para que alterques con Dios? ¿Dirá el vaso de barro al que lo formó: ¿Por qué me has hecho así? (Romanos 9.20)

Pero tristemente el ser humano perverso, guiado por la homicida mano de Satanás, busca que en todo el mundo se aprueben leyes abortivas, trayendo juicio y castigos de parte de Dios sobre las naciones. No obstante, nosotros como creyentes no les debemos aborrecer, sino que tenemos que orar por estas personas de corazones crueles, para que Dios se apiade de sus pobres almas y puedan alcanzar salvación, así como por aquellas mujeres que asesinaron a sus pequeñitos, tal como decía el Señor: 


Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lucas 23.34)


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