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Aptos para el reino de los cielos




Ninguno que poniendo su mano en el arado mira para atrás, es apto para el reino de los cielos. (Lucas 9:62)


Cuando Dios nos sacó del mundo, no lo hizo de manera física, sino que lo hizo en nuestros corazones, pues su llamado no es a que nos alejemos del mundo, sino que seamos luz en medio de las tinieblas (Mateo 5:14). Por eso, antes de entregarse a la muerte, oró a su Padre pidiendo esto: «No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal» (Juan 17:15).


En estos días cercanos al fin, Él está terminando de poner las últimas piedras de su iglesia, una que debe ser pura y sin mancha ni arruga (Efesios 5:27). Esto significa ser santos, que Él nos puso aparte del mundo, en nuestra manera de vivir, no un aislamiento del mundo. Somos una iglesia que tiene que vivir en santidad para Dios, alejados del mal y la corriente de este mundo putrefacto. No podemos oler a mundo, puesto que para Él, tenemos que ser olor grato de Cristo (2 Corintios 2:15).


Para poder vivir para Dios, debemos morir a la carne, al pecado y al mundo, esto significa que debemos estar completamente muertos al mal. Por eso Pablo les decía a los gálatas:


Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)


Por lo tanto, mirar hacia atrás, anhelando la vida pasada que tuvimos antes de ser de Cristo, es llevar una vida de miseria; es como dar tres pasos hacia arriba y descender dos. Por eso insisto, si no morimos completamente a nuestros deseos carnales, seremos como la mujer de Lot que no obedeció el mandato de: «Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas» (Génesis 19.17), pero todos sabemos que no fue así, ella miró donde estaba su corazón y se convirtió en una estatua de sal (Génesis 19:26).


Hermanos, todo lo que hay en el mundo va a ser destruido por fuego (2 Pedro 3:10). Así que, aprendamos a vivir con la vista puesta en las cosas de arriba, en lo eterno. Porque si quisimos tomar el arado espiritual, tenemos que vivir por el Espíritu y no volviendo la mirada atrás, deseando la vida que teníamos sin Cristo, porque como dijo en el texto del principio, el que hace esto: «No es apto para el reino de los cielos» (Lucas 9:62).


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