Mirad, pues, con diligencia cómo andéis, no como necios, sino como sabios, aprovechando bien el tiempo, porque los días son malos. (Efesios 5:15–16)
Imaginemos que cada día recibimos un depósito de 86,400 segundos en nuestra «cuenta de tiempo». Pero, al final del día, lo que no usamos sabiamente se pierde. No se puede recuperar ni acumular. La pregunta es, ¿cómo estamos invirtiendo ese depósito diario?
En el versículo del encabezado, su Palabra nos exhorta a vivir con sabiduría, conscientes del tiempo limitado que tenemos en esta vida. Los días son malos, no solo porque vivimos en un mundo lleno de maldad, porque si lo pensamos bien, el tiempo, si no lo aprovechamos, se escapa rápidamente. Y este versículo nos invita a evaluar cómo usamos nuestras horas, nuestras prioridades y nuestras decisiones cotidianas.
Vivimos rodeados de distracciones: redes sociales, tareas triviales, o simplemente la inercia de la rutina. Sin embargo, Dios nos llama a redimir el tiempo, enfocándonos en lo eterno: nuestra relación con Él, el servicio a Él y a los demás, y la obediencia a su Palabra.
El Señor Jesús, en su vida terrenal, nos mostró el ejemplo perfecto de cómo aprovechar el tiempo. Siempre estaba enfocado en cumplir la voluntad del Padre: orando, predicando, sanando, mostrando su misericordia, amor, paciencia, etc. Él vivía con propósito, enseñándonos que cada día puede ser una oportunidad para reflejar la gloria de Dios.
Mis hermanos, no importa cuán cortos o difíciles sean los días, pero cuando vivimos sabiamente y para la gloria de Dios, nuestro tiempo en la tierra se transforma en un impacto eterno. Entonces, ¿cómo podemos redimir el tiempo y enfocarnos en lo que tiene valor eterno?
Pidamos ayuda a Dios para que nos enseñe «a entender la brevedad de la vida, para que crezcamos en sabiduría» (Salmos 90:12 NTV), y de esta forma podamos aprovechar bien el tiempo porque los días son malos.
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