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Aprendamos a escuchar de verdad



Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse. (Santiago 1.19 RVR60)


En 1972, dos buques petroleros chocaron bajo el puente Golden Gate en la bahía de San Francisco, en Estados Unidos, derramando 840.000 galones de petróleo crudo. Al poco tiempo, varados en en la costa se hallaban pájaros, peces y focas moribundas debido a que el petróleo les cubría completamente.


Este hecho motivó a un hombre que vivía cerca de aquella zona a llevar una vida más sencilla, una que requiriera menos recursos naturales, generara menos desechos y que contaminara menos el medio ambiente. Primero, empezó a ir a pie a todos lados, en vez de usar su automóvil. Luego, un año más tarde, decidió dejar de hablar. Esto lo hizo a modo de protesta para llamar la atención por lo que estaba pasando con el medio ambiente. Lo cierto es que dio resultado, «solo» le tomó 13 años de silencio.


Debido a sus 13 años de silencio, la prensa puso atención a su causa y a su mensaje. Y en el proceso, este hombre aprendió lo que realmente significa escuchar lo que otras personas decían. Claro, no estoy sugiriendo que como creyentes hagamos algo como este hombre; no obstante, lo que este hombre descubrió también se puede aplicar a nosotros. La Palabra de Dios nos dice:


En las muchas palabras no falta pecado; mas el que refrena sus labios es prudente. (Proverbios 10.19 RVR60)


¿Cuántas veces no pecamos debido a que hemos abierto nuestras bocas más de la cuenta? Si por casualidad usted dijo que no le ha pasado, déjeme recordarle el siguiente versículo: «Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo» (Santiago 3.2 RVR60). Quizás usted no se ha dado cuenta, por eso piensa de esa manera, pero tenga por seguro que más de una vez ha ofendido con sus palabras.


Mis hermanos, aprender a escuchar a otros, sin interrumpirles, parece casi un arte olvidado en nuestros días, donde todos quieren decir lo que piensan, pero nadie quiere escuchar a los demás. Y no debemos olvidar lo que Dios nos dice acerca de esto:


Al que responde palabra antes de oír, le es fatuidad y oprobio. (Proverbios 18.13 RVR60)


Por eso es que debemos pedirle sabiduría a nuestro Dios, quien nos la da gratuitamente y abundantemente (Santiago 1.5), para que aprendamos a ser justos delante de nuestro amante Salvador.


El corazón del justo piensa para responder; mas la boca de los impíos derrama malas cosas. (Proverbios 15.28 RVR60)


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