
Hijitos míos, no amemos de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad. (1 Juan 3:18)
Muchas veces decimos amar a otros, pero no hacemos nada por ellos, por ejemplo, ayudar económicamente a algún hermano(a) en la fe que está en necesidad. Esto es de lo que nos habla el versículo del encabezado, que el amor debe manifestarse con hechos, pues no basta con decir: «te amo», pero no hacer nada para demostrarlo. ¿Qué habría pasado si Dios nos hubiese dicho: «los amo» mirándonos desde su alto trono sin hacer nada por nosotros? Eso no habría sido amor; sino que fue movido a misericordia, a venir a este mundo y padecer por nosotros.
Una misionera notó que la mujer que ayudaba a su familia con los quehaceres de casa, se veía perturbada. Le preguntó qué le pasaba, y la mujer le dijo que estaba embarazada, pero con su esposo había decidido abortar al bebé, porque no podían afrontar los gastos de tener un segundo hijo. La misionera, inmediatamente, se puso en contacto con sus amigos en Estados Unidos para obtener ayuda económica. Luego se sentó a hablar con la mujer y le dijo que durante los siguientes dos años habría suficiente dinero como para cuidar a aquel bebé. Gracias a esta expresión de amor permitió que esos padres no abortaran a aquel pequeño.
La pregunta es: ¿cómo estamos amando nosotros? ¿Es solo de palabra? ¿O es también de hecho? Dios en su Palabra dice: «Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado en la tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su enfermedad» (Salmos 41:1–3). Pero no necesariamente debemos centrarnos únicamente en los pobres, también debemos demostrar nuestro amor para con nuestros hermanos, tal como dice en Santiago:
Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? (Santiago 2:15–16)
Así que, hermanos, procuremos amar no de palabra, sino amar de manera práctica, tanto a nuestro prójimo como a nuestros hermanos en la fe.
Comments