Y Booz le dijo a la hora de comer: Ven aquí, y come del pan, y moja tu bocado en el vinagre. Y ella se sentó junto a los segadores, y él le dio del potaje, y comió hasta que se sació, y le sobró. (Rut 2.14 RVR60)
Siempre que tenemos el privilegio de comer del pan que Jesús nos da, somos como Rut, quedamos saciados con alimento dulce y completo. Cuando Jesús es el anfitrión, ningún huésped se levanta de la mesa sin haber quedado plenamente saciado. Todo nuestro ser se sacia; nuestra cabeza queda satisfecha con la preciosa verdad que Cristo revela; nuestro corazón rebosa de alegría con Jesús, el cual se ha vuelto el más precioso objeto de su afecto; nuestra esperanza es satisfecha, pues ¿a quién tenemos en los cielos sino al Señor Jesús? Y nuestro deseo es saciado, porque ¿qué más podemos desear que «ganar a Cristo y encontrarme unido a él» (Filipenses 3.8-9)? Jesús llena nuestra conciencia hasta está en perfecta paz, y nuestro discernimiento con convencimiento de las certezas de sus enseñanzas; asimismo llena nuestra memoria con recuerdos de lo que Él ha hecho por nosotros; y nuestra imaginación con las perspectivas de las promesas que ha de hacer.
Así como Rut «se sació y le sobró», lo mismo es con nosotros. Hemos tomado grandes porciones, quizás alguna vez pensamos que podíamos tomar todo de Cristo, pero siempre queda un gran remanente que no somos capaces de tomar, pues ya estamos saciados. Desde el primer día que nos sentamos a la mesa del amor del Señor, dijimos: «nada, excepto lo infinito, puede satisfacerme; soy un pecador tan grande que solo su gracia infinita puede lavar mis incontables pecados». Pero lo hermoso es que nuestro pecado ha sido removido y hemos encontrado que había gracia de sobra en nuestro Señor; y no solo eso, sino que se ha satisfecho nuestra hambre en el banquete de amor sagrado, y del mismo modo, hemos encontrado que hay abundancia de alimento espiritual.
Existe un sin fin de cosas agradables en la Palabra de Dios que todavía no hemos disfrutado y que estamos obligados a dejar por algún tiempo, pues somos como los discípulos de quienes Jesús dijo: «Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar» (Juan 16.12). Sí, hay gracia que no hemos alcanzado todavía, lugares de comunión cerca de Cristo que no hemos disfrutado y alturas de comunión que nuestros pies aún no han escalado. Siempre hay alimento que sacia y sobra, porque en todo banquete de amor hay muchas canastas de sobra.
—Charles H, Spurgeon
En paz me acostaré (modificado)
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