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Episodio #45: Algunas tradiciones y costumbres poco bíblicas entre los creyentes

Actualizado: 23 sept 2020




 

Nota: Esta es la transcripción de un episodio del podcast Edificados en Cristo. Para escuchar el episodio del podcast hacer click aquí.

 

¡Sean todos muy bienvenidos a un nuevo episodio más en su podcast Edificados en Cristo! Mi nombre es Alexis y el día de hoy les traigo un episodio titulado: Algunas tradiciones y costumbre poco bíblicas entre los creyentes. Pero antes, demos paso a la intro y los veo enseguida.


Dice la Palabra de Dios:


Porque dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres: los lavamientos de los jarros y de los vasos de beber; y hacéis otras muchas cosas semejantes. Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. (Marcos 7.8–9)

En el contexto de este pasaje, Dios en su Palabra había mandando a honrar a padre y madre (esto está en Éxodo 20.12 y en Deuteronomio 5.16), pero los religiosos de la época del Señor habían invalidado tal mandamiento a través de sus tradiciones humanas, en este caso la tradición se llamaba corbán y decía que si yo dedicaba, por ejemplo, mi sueldo y mis bienes a Dios, no tenía ya obligación alguna de ayudar a mis padres económicamente hablando, obviamente. Esto está en Marcos 7.9-13.


Pero meditado en estas cosas, en la madrugada del lunes, pensaba en cómo los cristianos ponemos muchas veces tradiciones de hombres por sobre la Palabra de Dios e incluso creemos dogmas que no son bíblicos; pero ¿por qué? Porque no verificamos o corroboramos nada con las escrituras; ese es nuestro problema. Así que, en este episodio me gustaría analizar algunas de estas cosas. Comencemos.



Idioma y costumbres judaicas

Desde hace un tiempo a esta parte, existe un gran movimiento judaizante entre un número no despreciable de denominaciones cristianas protestantes. Muchos de ellos han adquirido costumbres, como por ejemplo, el cantar en hebreo, el uso del shofar, también de trompetas, confeccionar un arca del pacto y usarla en la iglesia, etc.


Para quien no sepa, el Shofar (que, por cierto, se escribe con sh por si alguien lo quiere buscar en Google después y ver una foto) es un instrumento de viento de origen animal. Y se fabrica vaciando el interior de los cuernos de ciertos animales puros, como el carnero, la cabra, el antílope o la gacela.​ Es uno de los instrumento más antiguos conocidos por el mundo (dice Wikipedia); y ha sido usado por los hebreos desde hace más de 3000 años.


Su uso abarca diferentes fiestas como, por ejemplo, el Año Nuevo judío (Rosh Hashaná) o el Día del perdón (Yom Kipur). El shofar, también, se usaba acompañado de textos sagrados, tales como la Torá y el Tanaj.


Ya que estoy hablando de instrumentos, efectivamente las trompetas se mencionan en el Antiguo Testamento, pero tenían una función bastante específica. Voy a mencionar los usos:


1. Las trompetas se usaban para las festividades en el séptimo mes.


Dice la Palabra de Dios:

Y habló Jehová a Moisés, diciendo: Habla a los hijos de Israel y diles: En el mes séptimo, al primero del mes tendréis día de reposo, una conmemoración al son de trompetas, y una santa convocación. (Levítico 23.23–24)

En este mismo libro, unos capítulos más adelante, la Palabra de Dios no dice:

Entonces harás tocar fuertemente la trompeta en el mes séptimo a los diez días del mes; el día de la expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra. (Levítico 25.9)

2. También se usaba para mover el campamento.


Dice así la Palabra de Dios:

Jehová habló a Moisés, diciendo: Hazte dos trompetas de plata; de obra de martillo las harás, las cuales te servirán para convocar la congregación, y para hacer mover los campamentos. (Números 10.1–2)

3. También se usaba al salir a la guerra.


Dice así:

Y cuando saliereis a la guerra en vuestra tierra contra el enemigo que os molestare, tocaréis alarma con las trompetas; y seréis recordados por Jehová vuestro Dios, y seréis salvos de vuestros enemigos. (Números 10.8)



4. Y por último, se usaba en las celebraciones en general.


Dice así la Palabra de Dios:

Y en el día de vuestra alegría, y en vuestras solemnidades, y en los principios de vuestros meses, tocaréis las trompetas sobre vuestros holocaustos, y sobre los sacrificios de paz, y os serán por memoria delante de vuestro Dios. Yo Jehová vuestro Dios. (Números 10.10)

Como podemos ver, este tipo de instrumentos tenían funciones variadas, pero eran para el uso exclusivo del pueblo de Israel; porque nada tienen que ver con la iglesia. ¿Por qué? Porque, por ejemplo, hoy no tenemos fiestas solemnes, la única fiesta solemne que podríamos llamarle solemne es la cena del Señor. Tampoco usamos trompetas porque no estamos guerra física (si bien estamos en una, pero es espiritual, tal como nos dice Pablo en Efesios 6.12); tampoco somos un campamento, una nación, que se dirige a algún punto geográfico en el planeta. Por lo tanto, para la iglesia local no representa ningún uso bíblico las trompetas.


Otra de las cosas que están “de moda”, es usar los nombres de Dios en hebreo en vez de las transliteraciones a nuestra idioma castellano; por ejemplo, llaman a Jesús Yeshúa o Adonai (que significa Señor); usan las iniciales YHWH (que es el nombre dado por Dios a Moisés desde la zarza ardiendo y que se pronunciado como yavé o yawe) en vez de decir Jehová.


Otra de las cosas que se ha puesto de moda el guardar el sábado, al que ya ni siquiera le llaman sábado, sino que le llaman “shabat”. La pregunta es ¿por qué se hace todo este tipo de cosas entre los cristianos? Porque teóricamente se piensa que imitando estas costumbres o usando el idioma hebreo, nos da cierta pureza o cercanía a lo original. Pero ¿qué dice la Biblia ante todo esto? Porque esa es la fuente de donde tenemos que sacar todas las cosas.


Acaso nos dice Dios ¿sed pues imitadores del pueblo de Israel, sus costumbres e idioma? No, lo que Dios nos manda a es a imitarlo a él (Por ejemplo, lo encontramos en Mateo 5.48; Lucas 6.36; en 1 Corintios 11.1; y en Efesios 5.1). Que por cierto, un dato interesante, si debemos imitar al Señor Jesús (1 Tesalonicenses 1.6) y siguiendo en esta línea de pensamiento de imitar lo judío, resulta que el Señor ni siquiera hablaba hebreo en su día a día, sino que hablaba arameo, pues era el idioma común de la época. Permítanme leer dos referencias, una del Nuevo diccionario bíblico ilustrado Ventura, la cual dice así:


En la época griega los judíos usaban el arameo y lo intensificaron en la vida diaria con el fin de resistir la cultura y costumbres helénicas. De esta época datan varios comentarios de las Escrituras judías. En el Nuevo Testamento aparecen varias expresiones arameas que no han sido traducidas al griego y que se encontrarán en su respectivo artículo.

También voy a mencionar lo que dice el Nuevo diccionario de la Biblia Lockward; que menciona lo siguiente:


Los eruditos identifican varias etapas en el desarrollo de este idioma, partiendo del arameo más antiguo, del cual se han encontrado en Siria inscripciones que datan del 700 a.C.; el arameo oficial, del cual hay ejemplos en algunas escrituras del AT; el arameo medio, que fue el que se esparció por todas las tierras conquistadas por los persas, a partir de la primera mitad del siglo VI a.C.; y el arameo posterior, que incluye los dialectos que se hablaban en Galilea y Samaria en tiempos del Señor Jesús.

Si fuéramos imitadores del pueblo judío, ¡fú, que mal nos iría!, porque ¡qué pésimo ejemplo son ellos! Siempre fueron rebeldes con Dios, desde el principio cuando el Señor los sacó de Egipto, se rebelaron contra Dios una y otra vez. Eso sin mencionar, por ejemplo, la época de los jueces donde cada quien hacía lo que bien le parecía; o cuando estuvo el reino dividido de Israel y Judá, con reyes como Acab y Jezabel, por ejemplo. Solo por citar una de las tantas declaraciones negativas que hace Dios acerca del pueblo de Israel y su rebeldía; voy a leer lo que dice en Ezequiel. Dice así:


Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, tú habitas en medio de casa rebelde, los cuales tienen ojos para ver y no ven, tienen oídos para oír y no oyen, porque son casa rebelde. (Ezequiel 12.1–2)

Si Dios nos dice que Israel es un pueblo rebelde, creo que no son muy buen ejemplo para seguir ¿cierto?. Si bien en las escrituras sí se nos dice una cosa que debemos hacer por el pueblo de Israel. Lo voy a leer, Salmos 122.6, dice: Pedid por la paz de Jerusalén. De ahí en fuera no hay nada más, es todo lo que Dios nos pide.


Ahora, cambiando un poco de tema, pero siempre en la misma línea. Hace no mucho me enteré que existen ciertas denominaciones que cantan en hebreo cuando se reúnen (bueno, reunían claro, dada la contingencia mundial). Pero cuando me enteré, la verdad es que dos cosas vinieron a mi mente; la primera de ella fue las misas de los católicos que hacían latín hasta hace no tantos años atrás, las cuales dejaban al común denominador de las personas sin entendimiento alguno, porque la gran mayoría no hablaba latín. Y lo segundo que vino a mi cabeza fue lo que dice Pablo a los corintios. Escuche:


El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Así también vosotros, si por la lengua no diereis palabra bien comprensible, ¿cómo se entenderá lo que decís? Porque hablaréis al aire.
Tantas clases de idiomas hay, seguramente, en el mundo, y ninguno de ellos carece de significado. Pero si yo ignoro el valor de las palabras, seré como extranjero para el que habla, y el que habla será como extranjero para mí. Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho. (1 Corintios 14.4, 9–11, 14-16)

Lo interesante de todo esto es que unos versículos más adelante, en este mismo capítulo, el apóstol Pablo define que esta actitud o modo de pensar de los corintios como algo infantil. Escuche:


Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. (1 Corintios 14.20)

Es decir, que si hacemos ese tipo de cosas, por ejemplo, de usar el hebreo como para sonar más espirituales o estar, no sé, más cercanos a Dios; son parte de una actitud infantil conforme a las escrituras. Por ejemplo, si yo no sé hebreo ¿qué provecho saco? Y por ejemplo, si entra un inconverso a la iglesia ¿no va a pensar que están todos locos? Porque, obviamente, no va a entender ni una sola palabra de lo que se canta y capaz que piense que son una especie de culto o de secta; alejándolo de Dios en vez de acercarlo.


Ahora bien, y relacionado con lo anterior, cuando veo a cristianos usando títulos de Dios y del Señor Jesús en hebreo y lo de guardar el “shabat”, no puedo evitar pensar en que el primer movimiento herético (o la primera herejía) contra la que se enfrentó la iglesia primitiva; que fue, precisamente, el movimiento judaizante, el cual gatilló que se tuviera que llevar a cabo el primer concilio cristiano en Jerusalén. Esto lo encontramos en el capítulo 15 de Hechos. ¿Cuál fue la conclusión final de dicho concilio?


El apóstol Pedro, que fue el primero en tomar la palabra, hablando a los judíos que judaizaban, dijo lo siguiente: Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar? (Hechos 15.10). Luego de él se levantó a hablar Jacobo, quien dijo: Por lo cual yo juzgo que no se inquiete a los gentiles que se convierten a Dios, sino que se les escriba que se aparten de las contaminaciones de los ídolos, de fornicación, de ahogado y de sangre. Porque Moisés desde tiempos antiguos tiene en cada ciudad quien lo predique en las sinagogas, donde es leído cada día de reposo (Hechos 15.19–21).

Para quien no sepa, cuando en las escrituras se habla del día de reposo se refiere al día sábado, día que debían guardar los judíos como un mandato de Dios (esto está en Éxodo 20.8-11). Y ya que estoy hablando del sábado, ¿ustedes saben en qué día se reunían los hermanos de la iglesia primitiva según las escrituras? Dice su palabra:


El primer día de la semana, reunidos los discípulos para partir el pan, Pablo les enseñaba, habiendo de salir al día siguiente. (Hechos 20.7)

Otro ejemplo, cuando Pablo le habla a la iglesia de la ciudad de Corinto les dice:


En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo, para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas. (1 Corintios 16.1–2)

El primer día de la semana judía equivale a nuestro día domingo ¿y qué dice la Palabra que hacían ese día? Partían el pan ¿qué era eso? Podrá preguntarse alguno. El partimiento del pan se le llamaba a recordar al Señor Jesús a través de los símbolos del pan y la copa. Un único pan que debe ser partido y comido por los hermanos participantes, el cual representa el cuerpo de Cristo molido en la cruz del Calvario; y una copa con vino que debe ser bebida por los presentes, símbolo de la sangre de nuestro Señor derramada para nuestra salvación. Este es el único memorial que los creyentes debemos hacer, porque es un mandamiento que el mismo Señor ordenó la noche antes de su crucifixión. Dice su Palabra:


Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama. (Lucas 22.19–20)

Entre los estudiosos de las escrituras, mencionan que este es el inicio del nuevo pacto que Dios selló con sus criaturas, aboliendo así el antiguo que comenzó con el cordero de la pascua judía que encontramos en Éxodo capítulo 12. Pablo nos dice incluso que el Señor se transformó en la pascua de los creyentes. Escuche:


Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. (1 Corintios 5.7)

¿Y qué pasa con los antiguos pactos? La carta a los Hebreos nos dice:


Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas. Porque si aquel primero hubiera sido sin defecto, ciertamente no se hubiera procurado lugar para el segundo. Al decir: Nuevo pacto, ha dado por viejo al primero; y lo que se da por viejo y se envejece, está próximo a desaparecer. (Hebreos 8.6-7 y 13)

Entonces, si Dios mismo nos dio un nuevo pacto ¿por qué queremos volver al antiguo? Porque, por ejemplo, muchos aluden que reunirse como iglesia en el día domingo proviene de una tradición de la iglesia católica y para ello dan una serie de datos históricos; y es más, hoy en día, justifican celebrar el día de reposo por un pacto mundial que se trata de imponer desde el vaticano, en el cual no se pueda trabajar en domingo para que todos puedan congregarse en las iglesias en ese día y que, obviamente, lo promueve el papa Francisco. Mientras que otros aluden a que debemos guardar el sábado y no el domingo, porque es parte de los 10 mandamientos de Dios, pero como leía recién en Hebreos, el antiguo pacto fue abolido. Además, el mismo Señor Jesús pronunció lo siguiente:


Y les decía: El Hijo del Hombre es Señor aun del día de reposo. (Lucas 6.5)

No obstante, les pregunto, hermanos, ¿qué vale más, los hechos históricos y lo que promueven los hombres o lo que dice la Palabra de Dios?


Ahora veamos el


Uso de símbolos.

Otras de las cosas que nos gustan hacer a los cristianos, es usar distintos símbolos en los lugares de reunión. Por ejemplo, algunos ponen sobre el púlpito una especie de lienzo con una imagen de una paloma, ya sea con una rama de olivo en el pico, ya sea sola, ya sea una llama de fuego con forma de paloma, como figura del Espíritu Santo que descendió sobre el Señor Jesús. Algunos otros ponen estas imágenes en un mural al fondo de donde está el púlpito con algún versículo bíblico. Otros ponen una cruz en dicho lugar, otros una biblia o una espada, etc.


Y qué hablar del famoso Ictus, este símbolo de un pez, que según la tradición, era usado por los mártires de los primeros siglos para identificarse entre ellos; y que se puso de moda hace unos cuantos años atrás. Tanto así que muchos cristianos ponen incluso este símbolo en sus automóviles a modo de identificación. Sin embargo, ¿necesitamos portar algún símbolo como cristianos? A ver, no estoy diciendo que sea un pecado usar el símbolo del Ictus o poner un fondo con un texto grande y una imagen de una Biblia; lo que quiero decir es que como creyentes no necesitamos de símbolos visibles para que el resto nos reconozca como cristianos o por lo menos no deberíamos ser reconocidos como cristianos de esa forma, sino de acuerdo a lo que dice su Palabra:


Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma, manteniendo buena vuestra manera de vivir entre los gentiles; para que en lo que murmuran de vosotros como de malhechores, glorifiquen a Dios en el día de la visitación, al considerar vuestras buenas obras. (1 Pedro 2.11–12)

Porque recordemos que el Señor Jesús dijo:


No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. (Mateo 7.18–20)

Tampoco necesitamos adornar los lugares de reunión para que se vean “más santos”. Al igual que con lo del ictus, como iglesia no necesitamos de adornos en los lugares de reunión, porque nos reunimos al nombre de Cristo, para ir al encuentro de él, pues fue el Señor mismo que dijo: Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. (Mateo 18.20). Y él es quien adorna cualquier lugar donde estemos reunidos. Vuelvo a repetir, no es el adorno material lo importante, sino que es la presencia del Señor entremedio de su pueblo. Porque si nos reunimos dos o tres creyentes en una casa, en una choza, al aire libre e incluso hasta debajo de un puente, allí va a estar el Señor. Los edificios bonitos que usamos para reunirnos no son nada mis hermanos. Cuando nos enfocamos en el edificio y no en el Señor terminamos haciendo comentarios como estos:


Y a unos que hablaban de que el templo estaba adornado de hermosas piedras y ofrendas votivas, dijo: En cuanto a estas cosas que veis, días vendrán en que no quedará piedra sobre piedra, que no sea destruida. (Lucas 21.5–6)

O peor, podemos terminar como los religiosos de la época del Señor diciendo:


¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor. ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro? (Mateo 23.16–17).


Mis amados, cualquier edificio humano perecerá con el tiempo, porque la iglesia la componen los creyentes, no unas paredes de algún material sólido. Nosotros somos las piedras vivas que forman el edificio que es la iglesia, así lo dice su Palabra. Escuche:


vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo. (1 Pedro 2.5)

Porque mis hermanos, tenemos que tener siempre presente que nada de lo que proviene de Dios tiene que ver con lo material de este mundo. Él mismo nos dijo: Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia (Mateo 6.33). Ya que las cosas divinas son espirituales y están en los cielos, porque él es espíritu (Juan 4.24) y su reino no es de este mundo (Juan 18.36). Él no necesita de símbolos, porque él no desea que se le asemeje con nada de lo creado. Bien le dijo a los judíos cuando los sacó de Egipto:


No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos. (Éxodo 20.3–6)

Así que, cualquier símbolo o adorno en los lugares de reunión están de más, porque se supone que nos reunimos buscando la presencia especial del Señor Jesús que solo se da en presencia de otros hermanos y que como ya dije, lo divino nada tiene que ver con lo material, porque él es espíritu.


Y ya que estoy hablando de símbolos; al principio mencionaba sobre confeccionar un arca del pacto o del testimonio o arca de Dios, como se le conoce en la Biblia. Pero ¿qué era esta arca y qué representaba? Dice el Nuevo diccionario bíblico ilustrado Ventura, que el arca:


Era el cofre sagrado del Tabernáculo y del Templo. Estaba hecha de madera de acacia, recubierta por dentro y por fuera de oro puro. Tenía 2–1/2 codos de longitud y 1–1/2 codos de anchura y de altura, con una corona o cornisa de oro a su alrededor. Tenía a cada lado anillas de oro donde se insertaban las barras con las que era transportada. Su cubierta, sobre la que había dos querubines completamente de oro, recibía el nombre de Propiciatorio. El arca era un tipo de Cristo en que era figura de la manifestación de la justicia divina (el oro) en el hombre (madera de acacia); el propiciatorio era el trono de Jehová, el lugar de Su morada en la tierra.

Entonces, conforme a esto y conforme a lo que enseñan las escrituras el arca del pacto no era más que figura de lo que habría de venir, es decir, de Cristo específicamente, quien es nuestra propiciación (Romanos 3.25; 1 Juan 2.2, 4.10); así como el tabernáculo en sí, figura de Dios morando en la tierra con su pueblo (lo cual no encontramos que fue dicho por el Señor en Juan 14.23). Todo esto eran figuras, porque bien se nos dice en Hebreos; acá está hablando de los sacerdotes y dice: los cuales sirven a lo que es figura y sombra de las cosas celestiales, como se le advirtió a Moisés cuando iba a erigir el tabernáculo, diciéndole: Mira, haz todas las cosas conforme al modelo que se te ha mostrado en el monte. (Hebreos 8.5)


Además, ya hablé de los únicos símbolos que debemos usar los cristianos, que son un pan y una copa, que son representación del Señor Jesús y de su muerte sacrificial-vicaria; pero de ahí en fuera, los creyentes no necesitamos nada más.


Mis hermanos, lo cierto es que podría seguir hablando mucho más sobre estos temas, pero lo medular de lo que quiero comunicar es lo que siempre digo, que como creyentes debemos seguir el ejemplo de los judíos de la sinagoga de Berea. Y como siempre, voy a leer el pasaje bíblico:


Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. Y ellos, habiendo llegado, entraron en la sinagoga de los judíos. Y éstos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así. (Hechos 17.10–11).

Mis hermanos, lo que quiero decir con esto, es que no podemos recibir todo lo que se hace o se dice en las iglesias como si fuera algo 100% bíblico, porque muchas cosas no lo son, desde costumbres como recién veíamos, pasando por dogmas e incluso algunas doctrinas. Por eso es tan necesario que obedezcamos la palabra de Dios que nos dice: Examinadlo todo; retened lo bueno (1 Tesalonicenses 5.21). No dice que examinemos solo algunas cosas o la mayoría o casi todo y dejemos fuera lo que dice el pastor, no, sino que Dios nos dice que examinemos todo. Y si algo no pasa la prueba de las escrituras, entonces deberíamos desecharlo porque no es bíblico.


Mis hermanos, Dios nos manda a cada uno de nosotros a obedecerle directamente a Él y a su Palabra. Porque recordemos que nuestro Dios está por sobre cualquier tradición o dogma, asimismo, sobre cualquier ser humano. Digo esto, porque muchos toman las palabras de los sobreveedores, llámense: pastores, ancianos, obispos, presbíteros o diáconos como una especie de ley divina inquebrantable e incuestionable.


Amados, vuelvo a repetir, si algo no está conforme a las escrituras de Dios, no importa si bajó un ángel del cielo, al único que siempre debemos creerle es a Dios.


En conclusión, y como decía antes, tenemos mandato de examinar todo a la luz de las escrituras, así como lo hacían los judíos de la sinagoga de la ciudad de Berea. Porque estos últimos, una vez que cotejaron con las escrituras todas las enseñanzas de Pablo y Silas, recién las creyeron. Por esta causa seamos imitadores de estos sabios hombres y mujeres y del mismo modo, escudriñemos las escrituras cada día, siendo obedientes a Dios, examinándolo todo y reteniendo únicamente lo bueno. Porque bien dice su Palabra:


¿Se complace el Señor tanto en holocaustos y sacrificios como en la obediencia a la voz del Señor? He aquí, el obedecer es mejor que un sacrificio, y el prestar atención, que la grosura de los carneros. Porque la rebelión es como pecado de adivinación, y la desobediencia, como iniquidad e idolatría. (1 Samuel 15.22–23)

Que el Señor les bendiga mis hermanos.


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