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EL CRISTO DE NUESTROS DÍAS





Nosotros predicamos a Cristo crucificado... Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. (1 Corintios 1.23-24 RVR60)

Jesús dijo: Yo Soy el primero y el último; y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos. (Apocalipsis 1.17-18 RVR60)

Un predicador cristiano, cuyo lenguaje era severo y penetrante, decía: —Hemos predicado a un Cristo vacío e insípido. —Hemos anunciado un evangelio endulzado y hemos incitado a los jóvenes a dudar de las santas escrituras, quitándoles su autoridad, por eso muchos de ellos preguntan cuál es la razón de ser del cristianismo.

En nuestros días, Dios ya no es el Dios presentado de la Biblia, sino un Dios nacido de nuestra imaginación; uno que es solo amor y no justicia, uno que quiere cumplir todos los deseos del hombre y no uno que llama al arrepentimiento y negarse al pecado y a la autosatisfacción. Cuando hacemos esto, despojamos a Cristo de lo que verdaderamente es. Incluso los adversarios de la fe no emiten ninguna objeción ante un Cristo con esas características, pues están satisfechos si les presentamos este tipo de “Salvador”. Tampoco se oponen a un Cristo derrotado, que permanece clavado en la cruz, de hecho, es ahí donde quisieran dejarlo, es decir, prefieren a un Cristo moribundo, derramando su sangre, el cual está impotente clavado en la cruz, que a un cristo vivo y resucitado.

Pero el mensaje del Señor Jesús a sus apóstoles fue claro:

Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado. (Marcos 16.15–16 RVR60)

A diferencia del Cristo falso que se nos presenta hoy en día, los apóstoles predicaron a un Cristo vivo, que venció a la muerte y el pecado; y llamaron al arrepentimiento de los oyentes:

Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; para que vengan de la presencia del Señor tiempos de refrigerio. (Hechos 3.19 RVR60)

Desgraciadamente, el mundo de hoy en día rechaza a ese Cristo porque les molesta su llamado de amor y justicia, pues les llama a arrepentirse de sus pecados y pedir perdón para poder recibir la salvación. No quieren venir a Él porque en este siglo materialista, profano, ansioso de placeres y lleno de prejuicios, no hay cabida para negarse a uno mismo, ni mucho menos para reconocer que son pecadores. No obstante, hermanos, sin importar este rechazo del mundo, no cesemos en nuestra misión de predicar a toda criatura, aunque no quieran escuchar, porque como dijo Pablo:

No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. (Gálatas 6.9 RVR60)


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