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Aferrarse a Jesús




En ti, oh Jehová, he confiado; no sea yo confundido jamás; líbrame pronto; sé tú mi roca fuerte, y fortaleza para salvarme. Porque tú eres mi roca y mi castillo; tú eres mi refugio. (Sal 31:1, 2,3, 4 RVR60)


Si vamos en un barco y se levanta una gran tempestad, lo primero que hacemos es sujetarnos de algo firme para no caer fuera del barco y ahogarnos, debido a los fuertes movimientos de la embarcación.


En la vida también hay tempestades que nos zarandean de un lado a otro si no estamos sujetos a algo; pero ¿a qué aferrarnos? ¿A los bienes de este mundo? No, pues estos nos verán partir con indiferencia, «​​porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar» (1 Timoteo 6:7 RVR60). Entonces, ¿nos aferramos a los padres y amigos con quienes vivimos momentos felices? Sin duda nos rodearán con un caluroso afecto todo el tiempo que puedan, pero llegará el día en que debamos decirles adiós; porque «todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir» (Eclesiastés 3:1–2 RVR60).


¿Y si nos aferramos a las reglas estrictas de una buena higiene de vida para conservar una buena salud? En este tiempo nuestras posibilidades son limitadas, ni siquiera podemos confiar en medidas de higiene, mascarillas, higienización de manos, ni siquiera en las vacunas, pues nuestro futuro está en las manos de Dios. Porque bien dice su Palabra:


Jehová mata, y Él da vida; Él hace descender al Seol, y hace subir. (1 Samuel 2:6 RVR60)


Entonces, ¿dónde hallar un punto de apoyo, un refugio que sea verdaderamente seguro? ¡En Jesús! En Él usted puede «aferrarse» con toda confianza, porque Él ya ha dado prueba de su amor llevando nuestros sobre Él en la cruz del Calvario.


¿Tiene miedo de la muerte? ¡Jesús la venció! (Hebreos 2:14–15) y si usted cree en Él como su salvador personal, tampoco tendrá que temerle. ¿Tiene miedo a comparecer delante de Dios? Todos los que hemos creído en el Señor Jesús como nuestro salvador fuimos hechos justos delante de Dios, por lo que ya no tememos estar delante de Dios, pues los méritos de Cristo nos justifican.


En resumen, la única pregunta que surge es: ¿Ha creído en Dios como su único refugio? Querido amigo, esta pregunta la debemos responder mientras nos encontramos en esta vida, porque si morimos sin haber recibido la salvación de Dios, lo que nos espera es la condenación eterna.


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