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  • Foto del escritorAlexis Sazo

Adorando a Dios en oración



Aclamad a Dios con alegría, toda la tierra. Cantad la gloria de su nombre; poned gloria en su alabanza. Decid a Dios: ¡Cuán asombrosas son tus obras! (Salmos 66:1–3)


¿Cuándo fue la última vez que te juntaste con Dios para celebrar un culto de adoración privado, es decir, sin coros, sin instrumentos, sin otros hermanos, estando solo tú, Dios y la oración?


Permítanme dar un ejemplo bíblico de adoración. Dice el salmista: «A él clamé con mi boca, y fue exaltado con mi lengua. Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado. Mas ciertamente me escuchó Dios; atendió a la voz de mi súplica. Bendito sea Dios, que no echó de sí mi oración, ni de mí su misericordia» (Salmos 66:17–20).


¿Podemos notar lo que estaba pasando en estos versículos? Veamos los elementos de esta adoración: El salmista clamó a Dios en alabanza. Acudió con un corazón puro, limpiado por la confesión de su maldad. Él tenía la confianza de que Dios estaba escuchando. Dios efectivamente aceptó la oración y derramó su amor abundantemente en la persona que estaba orando. Entonces, la adoración del salmista tenía alabanza, un corazón puro, comunicación con Dios, luego la afirmación y el amor de Dios que el salmista recibió ricamente. Por tanto, podemos decir que sí hubo una verdadera adoración.


¡Qué hermoso ejemplo del salmista! Mis hermanos, a veces no nos damos cuenta del incalculable privilegio que tenemos a nuestra disposición, me refiero al hecho de poder acceder a la presencia de Dios, directamente, en todo momento y en cualquier lugar, ¿qué otra criatura tiene tal honor?


Cuando adoramos a Dios, Él recibe el honor que se merece mediante el sacrificio del Señor Jesús en la cruz. Pero lo más hermoso de todo esto, es que tenemos tanto por lo cual adorar, puesto que lo que hemos recibido, aquel tesoro inconmensurable, no tiene parangón en toda la creación de Dios y está a nuestra disposición.


¿Hemos orado adorando a Dios en el día de hoy? Si no lo hemos hecho, ¡qué esperamos! Dios desea fervientemente escuchar nuestras voces desde su alto trono. No le dejemos esperando en este día tan especial.


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