top of page

Acerca del divorcio

  • 3 sept 2024
  • 2 Min. de lectura


Y yo os digo que cualquiera que repudia a su mujer, salvo por causa de fornicación, y se casa con otra, adultera; y el que se casa con la repudiada, adultera. (Mateo 19:9)


El matrimonio es una institución sagrada establecida por Dios desde la creación del hombre y la mujer. En el Nuevo Testamento, frente a la pregunta de los religiosos de la época de si era lícito darle carta de divorcio a la mujer por cualquier causa (Mateo 19:3), el Señor Jesús reafirma la santidad y la indisolubilidad del matrimonio, recordándonos que lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre (Mateo 19:6).


En el versículo del encabezado, el Señor deja claro que el matrimonio no debe ser disuelto a la ligera. Y aquí plantea la única  excepción que permite el divorcio: la infidelidad conyugal, pues dice: «salvo por causa de fornicación». Esto significa que, cuando uno de los cónyuges rompe el pacto matrimonial, al cometer adulterio, esa traición puede justificar, ante los ojos de Dios, la disolución del matrimonio. Cualquier otra causa no está permitida a los ojos de Dios, pues el Señor dijo: «Cualquiera que repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra ella; y si la mujer repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio» (Marcos 10:11–12).


Este mandato no es para ser tomado a la ligera. El Señor Jesús nos enseña que el perdón y la reconciliación deben ser la primera respuesta cuando enfrentamos dificultades en cualquier relación, lo cual se aplica al matrimonio. Sin embargo, también reconoce que hay situaciones en las que la confianza se destruye y el daño es tan profundo que el divorcio puede ser inevitable, como es en el caso de la fornicación.


Mis hermanos, como creyentes, debemos mantener un alto respeto por la institución del matrimonio, puesto que es un pacto sagrado entre un hombre y una mujer que refleja la unión entre Cristo y su iglesia. Por tanto, es un compromiso que requiere sacrificio, amor incondicional y una dedicación diaria para mantenerlo fuerte y saludable.


Todos los casados deberían decirle a Dios que los ayude a ser fieles a su compromiso con su cónyuge. También que les dé la sabiduría y la gracia para enfrentar cualquier desafío en su matrimonio con un corazón dispuesto al perdón y la reconciliación. Y si alguna vez se enfrentan a una traición tan dolorosa como el adulterio, que sean guiados para tomar decisiones que honren su voluntad y no la propia.

Comments


bottom of page